Ralph Waldo Emerson, una oportuna referencia ética
Pasear por el otoño de Nueva Inglaterra, por los estados de Massachussets, Maine, New Hampshire, es siempre fuente de inspiración. En verano, el verdor, la armonía de los pequeños pueblos, los bosques que aún quedan, todo nos acerca a la naturaleza. Aunque muchos lugares sean ya banales, con edificios sin gracia, supermercados y malls inmensos sin alma, todavía quedan bosques que podrían reconocer Thoreau o Emerson.
Es oportuno recordar de y leer a Emerson, porque es una referencia ética en unos tiempos en los que no andamos muy sobrados de ésta. Emerson encarnó aquel ideal jeffersoniano de los pequeños y medios propietarios, cuando todavía casi no existía la oligarquía en Estados Unidos. En España, salvo para Unamuno o Cansinos Assens, no fue muy conocido. Ortega lo cita cinco veces, pero siempre lo mismo (“cada semilla tiene su parásito”). Los filósofos españoles se sintieron más inspirados por los alemanes y por los franceses. Curiosa, y singificativamente, su nombre está ausente en los índices históricos de toda la Revista de Occidente.
Junto con Whitman, Thoreau, Hawthorne, encarna la quintaesencia del pensamiento norteamericano
Emerson unía a su percepción y agudeza un estilo de escritura lírico y modélico, pues como decía ese otro filósofo norteamericano, Santayana (de origen español), todo poeta es filósofo. Es el impulsor y representante del llamado Transcendentalismo, algo paralelo al romanticismo europeo, que luego sería absorbido por un cierto misticismo.
Junto con Walt Whitman, Thoreau, Hawthorne, encarna la quintaesencia del pensamiento norteamericano, del que son deudores muchos de los escritores actuales. Su vida personal coincide con lo que escribió, algo que no siempre ocurre con los poetas y filósofos. Huérfano muy joven, habiendo perdido a su esposa y a su adorado hijo Waldo con cinco años, las duras pruebas de la vida no le faltaron y siempre las superó con voluntad, buena fe y con ese mecanismo natural que el llamó Compensation, título de uno de sus ensayos.
Los textos de Emerson no son fáciles y muchos considerarían su estilo pasado de moda. Su flujo incesante de ideas, su falta deliberada de sistema, su excentricidad (como dice Carlos Baker en su biografía) lo hacen más difícil de seguir. Pero fue un gran poeta y filósofo y abrió puertas al espíritu y la mente. Su inspiración mayor fue Michel de Montaigne. Se basaba en una visión de la historia y del ser humano que privilegiaba el espíritu por encima de los dogmas y de manera muy opuesta al hegelianismo, que daría en el materialismo histórico marxista. Quizá por ello ha sido postergado e ignorado por los intelectuales europeos de izquierda.
Tanto Emerson como Unamuno estuvieron fascinados por la naturaleza
Unamuno, que tanto se inspiró en los escritores sobre la naturaleza, se percató de su existencia y fue influenciado por él. Por cierto, un paréntesis culterano: de fascinum, fuerza generadora de la naturaleza, viene la palabra fascinante. Tanto Emerson como Unamuno estuvieron fascinados por la naturaleza.
Sus ensayos tratan de asuntos de la vida cotidiana, de lo que podemos pensar y sentir. No son abstracciones, al contrario. La elevación procede su prosa, no del tema en sí. Por ejemplo Nature o Self reliance (Confianza en sí mismo), nos aportan ideas, puntos de reflexión y meditación, otra forma de ver las cosas, útil aun hoy. Es de los que “han añadido algo al patrimonio moral de la humanidad”.
Nueva Inglaterra, la fértil New England, ha dado siempre una buena cosecha de poetas, pensadores, novelistas a los Estados Unidos. Se puede pensar que hablar a estas alturas de este filósofo es innecesario. Pero no. El pensador norteamericano (1803-1882) es de lectura obligada entre los alumnos estadounidenses. En España el gran experto en Emerson, Javier Alcoriza, tiene muy bien publicados y comentados sus Ensayos (Ediciones Cátedra). Inútil pues pretender emular a Alcoriza en estas breves líneas.
Creo que todo diplomático, profesor, empresario que quiera conocer y comprender bien los Estados Unidos debería leerlo. Y que el ensayo Nature debería ser también de recomendada lectura entre los escolares españoles, bastante carentes de referencias ecológicas.
Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye