Que publiquen sus fotos

Habrán leído muchas veces el nombre de estas corporaciones: Moody’s, Fitch y Stantdard and Poor’s. Efectivamente, son las agencias de calificación dedicadas al diagnóstico del estado financiero de países y entidades bancarias y el nivel de riesgo que implica invertir dinero ajeno cuando lo necesitan. No se crean que son tan infalibles como presumen, pusieron una nota altísima a la financiera Lehman Brothers días antes de que quebrara y nos metiera a todos en el agujero negro del que aún no hemos salido. Pero ellos siguen a lo suyo y cada vez que pronostican sube el pan. Literalmente. Cada profecía que publican provoca que cientos de miles de trabajadores pierdan su empleo, otros tantos tengan que rebajar su calidad de vida y que países en dificultades se hipotequen hasta las cejas comprometiendo de paso el futuro de sus ciudadanos por los siglos de los siglos.

Desde hace ya algunos años me pregunto por la identidad de sus gerentes y la de los analistas preclaros que componen sus gabinetes especializados. Cómo se llaman: nombres  y apellidos. Cómo son  físicamente ¿Están casados? Cómo son sus mujeres ¿Tienen hijos? A qué dedican el tiempo libre. Dónde y cómo viven. Qué jubilación van a cobrar. Supongo, como decía un compañero mío, que también a ellos les parió una madre. La buena señora se ocuparía de que fueran al college con los pantalones bien planchados, los zapatos bien limpios y la merienda adecuada para mantener la mente del futuro economista en un cuerpo sano. Ahora que ha crecido, tenemos derecho a conocerle. Todos los europeos periféricos tenemos que identificarles.

Hay que informar a ese maestro portugués de escuela de pueblo. Le han bajado el sueldo, le amenazan con pagarle la mitad de la extra de navidad y podría quedarse en la calle con el próximo informe de las agencias dichosas. También el tendero griego que vendía granizados en Atenas y ahora se manifiesta frente al parlamento o contárselo al afable y bromista romano que mantenía abierto un taller de motocicletas y que ahora se pasa las horas muertas en la Via Lombardini, en la oficina del desempleo. Seguramente usted tiene muy cerca a alguien a quien han averiado la vida en los últimos tiempos. Y no sabemos nada de ellos.

Ya que tanto influyen en nuestra vida los ejecutivos calificadores, capaces de marcarnos el futuro, el nuestro y el de nuestros hijos y nietos, debemos quedarnos con sus caras. Propongo que pongan sus fotos en los aeropuertos, en las estaciones, en las puertas de las superficies comerciales y en las marquesinas de los autobuses. Que repartan folletos con sus rostros en las colas del paro o que se grapen a las nóminas recortadas. Tenemos que conocerles al detalle. Son más poderosos que el apoderado de la caja que nos niega el crédito, que el jefe de negociado que nos organiza el trabajo, o que el director de recursos humanos que congela los salarios o nos prepara el finiquito de la crisis. Son más determinantes, incluso, que el confesor que perdona nuestros pecados. Alguien debería colgar sus fotos entrañables en internet y apuntarnos todos como amigos en su facebook. ¿Ustedes serían capaces de dejar su corazón en manos de un cirujano desconocido? Pues eso.


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Fernando González