Público y Estrella

Cierra Público. Poco más de mil quinientos días después, se cierra una de las cabeceras más significativas de la etapa de gobierno socialista. Apenas ha aguantado los envites más fuertes de la crisis y a pesar de la plantilla de profesionales que lo hacía, con rigor, inteligencia y audacia crítica, la situación económica ha podido con él. No sé cuál era el empeño de sus promotores desde el punto de vista del negocio, me da igual. Creo que hace tiempo que saltamos a la madurez y que sabemos que la información es un bien que se comercializa con los mismos estándares que cualquier otro producto.

Durante la Transición el periodismo supuso junto con los políticos demócratas el frente de desmantelamiento de la dictadura y la fuerza más viva de instauración de un régimen de libertades. Hubo complicidad y no era extraño contemplar la mezcla de periodistas y políticos con un interés común. El 23F fue su máxima expresión, pero antes hubo muchas otras demostraciones que ponían en evidencia la necesidad de cooperación entre la propuesta reformadora y la pluralidad informativa.

Esos tiempos los borró la estabilidad democrática y la prensa pasó a ser un agente crítico con el sistema desde otro ángulo, dicho con generosidad se pusieron en marcha los mecanismos del periodismo como conciencia crítica, guardián velador e instrumento de control del ejercicio habitual del poder. El llamado periodo felipista conoció con toda claridad el distanciamiento de la prensa de la acción de gobierno, y no sé si fue porque la tranquilidad, o la normalidad, vendía menos periódicos y la agitación y la tensión nos llamaban más al kiosko. Pero todo cambió. La izquierda que creía tener una posición de ventaja con la comunicación abierta y libre, pero se topó con los medios actuando como vigilantes de excesos y críticos feroces de decisiones de gobierno. Era, sencillamente, el funcionamiento transparente de la democracia, aunque algunos creyeron ver en ello saña y conspiración. Es cierto que los medios, como decía, son un negocio y que tienen intereses. Basta ver qué se ha hecho de algunas otras cabeceras convertidas en los últimos meses en hojas de propaganda. O los medios públicos, manipulados hasta la extenuación de los espectadores. El caso es que detrás de los profesionales muchas veces están los patronos y sus negocios, los intereses propios de quien pone su dinero al servicio de un interés particular.

Por más que nos pese, los medios de comunicación en España están registrados en las corrientes de opinión que existen. Actúan y se desenvuelven ante los lectores y los espectadores como prolongación de las políticas que realizan quienes comparten la misma idea, ya sea en la tribuna política o en el consejo de administración de tal o cual negocio.

Esa es la realidad. Un periodismo independiente de intereses, aunque con una línea editorial edificada en ideas y valores, que bien pueden ser autónomos de intereses concretos es, en España, una quimera. Salvo contadas excepciones. Una de ellas Público, con Nacho Escolar o Jesús Maraña, que satisfacía desde una óptica de izquierda una visión crítica de la realidad del gobierno socialista y de las estrategias de la oposición.

Lo echaremos de menos con independencia de nuestra opinión. He conocido grandes periodistas que se han dejado lo mejor de sí mismos en esa aventura, y otros profesionales que, además de amigos, han demostrado un “saber hacer periódico” fuera de toda duda: José María Crespo, Enrique Leite. Por citar dos casos de empresa y redacción que resumen con sus nombres el alcance de la calidad del medio que hoy ha fenecido.

Sé muy bien que la independencia, con una u otra línea editorial, es más esa quimera de la que les hablaba que una ambición de quienes se desenvuelven en el mundo de la prensa, pero afortunadamente hay todavía espacios de información y opinión verdaderamente plurales que aún no han sucumbido a la tentación de entregarse a los intereses espurios pervirtiendo su independencia. Lo digo desde Estrella Digital, una cabecera veterana en el ámbito de la Red, pero también un diario crítico, independiente y veraz, hecho con profesionalidad y entrega, donde tengo la fortuna de poder escribir mis opiniones generalmente disonantes con su línea editorial, aunque sea para lamentarme, como hoy, por la muerte de un proyecto que enriquecía la diversidad y la pluralidad de un país que corre desde hace tiempo hacia la planicie intelectual. Adiós Público. Gracias Estrella.


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Rafael García Rico