PSOE, parálisis cerebral

El PSOE oficial reclama tiempo para que el electorado se olvide de la pérdida de poder y del desgaste que recibió el partido en el Gobierno. El riesgo es que los ciudadanos se olviden del PSOE. De hecho, millones de electores ya no lo consideran como una alternativa válida. La parálisis determina seguir remando en una dirección para la que no hay cartas de navegación. Dejar pasar el tiempo es asegurarse el olvido no de los errores sino de la existencia misma del partido. Y la reacción no llega porque el instinto caudillista instalado en este partido solo entiende de cambios de líder y no de búsqueda de un espacio ideológico para el siglo XXI y de un proyecto político que se centre en combatir las desigualdades y potenciar que todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades. No se trata de gestionar el capitalismo en su formulación actual sino en cambiar las insoportables cuotas de injusticia que lleva consigo.

El dilema es que el PSOE pretende que le quieran los bancos

El dilema básico nace de la pretensión del PSOE de que le quieran los banqueros. Entendió, ya en tiempos de Felipe González, que no se puede gobernar sin el cariño y la comprensión de los poderosos. Y ese falso postulado ha enterrado a este PSOE que indulta banqueros en el último consejo de ministros de Zapatero y se olvidó legislar contra los desahucios.

Este PSOE se entiende tan bien con el capitalismo como para que muchos ministros accedan a consejos de administración de multinacional cuando dejan la política. Demostración limosnera del cariño del capital hacia la izquierda española. Agradecimiento de servicios prestados.

No es relevante que el sucesor de Rubalcaba sea Griñán, Chacón o Rubalcaba mismo. Lo importante es que los ciudadanos intuyan que dentro del envoltorio del socialismo español hay algo más que obviedades y componendas.

La organización se fagocita a sí misma en una vertiente endogámica que determina que cada líder en su feudo solo puede estar rodeado de incondicionales. En el final de esa espiral está un Seat seiscientos donde se apretujen los adictos a su propia causa repartiéndose miserablemente los restos de un naufragio que no termina. ¿Hay alguien a bordo del PSOE que entienda que esto no es cuestión de tiempo sino de reformulación?


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Carlos Carnicero