PSOE: Aniversario entre crisis

El tango dice que veinte años no son nada; quizá sea cierto. Pero treinta años sí que son una eternidad. Así me lo ha parecido cuando en la mañana del domingo recordé que era el trigésimo aniversario de la victoria electoral socialista de 1982. En treinta años ha pasado algo más que tiempo; han pasado grandes y extraordinarios acontecimientos y, de la misma manera, una letanía interminable de vulgaridades y cosas vanas.

Entre las importantes, desde luego, el hecho en sí mismo de la victoria del PSOE. Para significarlo de la forma más clara: el día anterior se abortó una conspiración militar contra la democracia. Eso fue, quizá, parte de lo trascendente: asegurar la democracia y conseguir que la normalidad de la que hablaba Suárez se convirtiera en un hecho sin controversia.

En treinta años han pasado grandes y extraordinarios acontecimientos

La segunda cuestión de grandes dimensiones fue la de establecer un modelo social basado en los modelos socialdemócratas y democristianos del norte. Un estado del bienestar fundado en la asunción por el sector público de responsabilidades en las pensiones, la salud y la educación como pilares de un estado moderno capaz de atender a todos en igualdad.

Y todo eso en un contexto internacional tumultuoso: caería el muro de Berlín en plena gestión socialista y se produciría una nueva guerra en Europa poco después.

Pero las dos piezas señaladas marcaron y definieron el conjunto de los aciertos del PSOE. La incorporación a la UE era un hecho obligado y fue un acicate para poder consolidar con los fondos de cohesión el estado territorial autonómico que hoy se tambalea.

Hoy, treinta años después, una eternidad más tarde, ambos pilares se tambalean y el PSOE no es capaz de comprender. La crisis desmorona las conquistas sociales y no por efecto de la misma, sino como oportunidad de la derecha para desmantelar un estado progresista. Y la democracia fluctúa hacia la desmotivación social y el desarraigo generacional. Muchos españoles en la treintena, y desde luego, los de menos edad, no se sienten cómodos con un sistema político que ignora la participación activa y la transparencia propia de un siglo que tiene mecanismos para permitirlo.

La derecha se aprovecha de la crisis para desmantelar el estado social

El PSOE está desnortado. Sin propuestas ni programa. En manos de unos políticos de trayectoria profesionalizada pero con muy poco caudal imaginativo e intelectual para aportar valor político o ideológico en un tiempo de crisis y de cambios. Escuchando el viernes a Tomás Gómez en la Complutense – hay que ser atrevido – sentí que su discurso entroncaba con la tradición más política del socialismo, la menos burocratizada y la menos administrativa, y creí notar que recuperaba valores enterrados que hoy resurgen en un conflicto de clases cada vez más que evidente. La idea emancipadora, la idea de una igualdad basada no en las falsas oportunidades, sino en la distribución de la riqueza.

A muchos les parecerá que Tomás Gómez carga con defectos, y a otros les parecerá que me sumo a sus filas acríticamente, como un devoto. No es el caso: me limito a buscar entre las bambalinas de un partido desorientado, los elementos que configuren el discurso que la gente necesita oír. Y, sobre todo, la estrategia política que conduzca a alguna parte.

En los próximos días empezará el casting para sustituir a Rubalcaba. Será un ejercicio terrible, hecho de personalismos y simplonerías. España necesita política y necesita ideas. Necesita liderazgos construidos sobre bases de argumentación constructiva: proyecto, programa, propuestas de sociedad. Nuestro país no quiere políticos menores, que se peinan en la antesala de las reuniones y juntan palabras en discursos que están concebidos para hablar entre ellos, dejando fuera al común de los mortales.

El discurso de Tomás Gómez entronca con la tradición más política del socialismo

Me gustan los planteamientos de Tomás Gómez, sobre todo cuando recuerda, en el foro universitario, que en una España menos rica y con grandes dificultades, sumida en los estertores tardíos de la crisis del petróleo, con inflación galopante y con un paro desmesurado, los socialistas comenzaron a levantar el edificio del bienestar social sobre las ruinas del paternalismo franquista de la beneficencia y la especulación improductiva de los falsos tecnócratas del Opus. En una situación peor a esta en la que los “mercados” exigen el desmantelamiento del edifico social.

Treinta años después, los conflictos de clase son muy evidentes. Pero no muy distintos de los de entonces. Ahora, para asegurar construir algo con mayor solidez, recuperar la democracia y hacer de la libertad la igualdad un patrimonio imperecedero se trata de no cometer los errores que la experiencia nos muestra que cometimos en el pasado. Porque si no hubiera habido errores, esta crisis no sería igual. Y esta eternidad sería más llevadera.


Rafael García Rico- en Twitter @RafaGRico– Estrella Digital

Rafael García Rico