Perplejidad y decepción

Los juegos de mano de la política provocan situaciones incomprensibles para quienes estando habitualmente bien informados, no forman parte de sus entresijos. Rajoy ha tomado una decisión innecesaria, incómoda, inadecuada y torpe. Recuerda a aquel benéfico Zapatero que se cubría de gloria cada vez que llegaba la Navidad con anuncios que lo dejaban a los pies de los caballos.

Rajoy no anuncia nada, acude él a los pies de los caballos, sin paseíllo y sin que nadie, excepto los convocantes, le pidieran semejante inmolación. Y lo hace con los perores compañeros posibles y en el peor escenario imaginable: con Aguirre y González; en Arganda del Rey.

Una fotografía que festejarán dos mil afiliados del PP y dejará perplejos a millones de madrileños que no entenderán semejante maridaje sobre las parcelas que llevaron al alcalde popular de ese municipio a dimitir por estar vinculado, según la acusación, con la mayor trama de corrupción en Madrid.

Falta comprensión sobre el verdadero esfuerzo que cada ciudadano hace en su duro peregrinar por esta crisis

¿No había otra fiesta a la que acudir? No parece razonable que en tiempos de sufrimiento, cuando recortes y reformas exigen el compromiso de la ciudadanía con los duros pasos y decisiones que hay que tomar, se actúe con frivolidad acudiendo a una cita en un feudo de dudosa carga ética y de moralidad volátil.

Falta sensibilidad en la política. Falta comprensión sobre el verdadero esfuerzo que cada ciudadano hace en su duro peregrinar por esta crisis. Y esas carencias se hacen muy evidentes cuando se burla la inteligencia y la dignidad de los españoles paseándose con impunidad manifiesta sobre el ojo del huracán, el blanco de la diana judicial: la jungla que crece en los contornos de la política.

Y sobra perplejidad ante la política. Estamos hartos, pues un día creemos entender el mensaje que se nos comunica y al día siguiente se hace un acto obsceno de exhibicionismo con los personajes del extrarradio de la decencia.

Mariano Rajoy hubiera podido, pero el Presidente del Gobierno estaba obligado a no caer en esta trampa mezquina de sus compañeros de viaje que, una vez más, se estarán riendo a costa de la ingenuidad de su supuesto líder, y lo que es peor, de la apatía que produce en una sociedad golpeada por la crisis el escarnio de esta burla.

Si Rajoy cae en esta trampa de sus enemigos Aguirre y González, cómo podemos confiar en sus habilidades para gestionar adversidades de mayor entidad en el trasfondo de esta crisis. Alguien en su equipo debería dar explicaciones.


Editorial Estrella