Perder el último refugio
Como en esto de los desahucios nadie está libre de culpa a lo mejor lo arreglan. Porque lo cierto y verdad es que en la cuestión hay responsabilidades de todos hasta de los sindicatos que se sentaban y cobraban de los consejos de las Cajas de Ahorros que son las mayores "desahuciadoras" del país por haber sido quienes más entraron, de hoz y coz, y en no pocos casos empujados por las manos políticas que mecían su cuna en el "ladrillo" y en la concesión de créditos irresponsables.
Pero desde luego el no haber previsto primero y luego atajado la situación señala de manera muy clara a quienes gobernaron y gobiernan España. Al PSOE, que en este caso ha reconocido culpas y pedido perdón por no haber legislado y puesto remedio cuando pudo y debió hacerlo y al PP, cuyo paliativo Código de Buenas Prácticas ha servido para bastante poco tirando a nada a tenor de lo visto y sufrido. Ambos partidos, pues, tienen ahora y sin demora que corregir su error y dar la respuesta que la sociedad exige.
Porque si perder el trabajo es dramático el que a poco ello lleve acompañado en ser expulsado del techo que nos cobija, de "nuestra cavernita" que desde el principio de la estirpe humana ha sido el último refugio, supone ya la desesperación. Una desesperación que conduce como ha conducido al suicidio.
El último suicidio ha sido la espoleta que ha reventado una situación angustiosa
El último de ellos, que no deja de tener algunas interrogantes pues en este caso quien lo sufría si que tenían un puesto de trabajo al igual que su cónyuge, ha sido la espoleta que ha reventado una situación en verdad angustiosa. La de gentes y familias, que a veces los afectados son varios si un padre o una abuela ha avalado la hipoteca, que son desalojados de su vivienda, de su primera y única vivienda, que eso también hay que deslindarlo de manera muy precisa de hipotecas que pueden ser de segundas viviendas, locales o hasta especulaciones ruinosas. Está claro que a quien debe amparase es a quien lo necesite, a quien no tenga otra opción ni posibilidad real de afrontar ese pago.
Y puede hacerse, a pesar del handicap de que las leyes no pueden tener efectos retroactivos, como ya indicaron algunos jueces cuya iniciativa fue cortada y una vez más la portavoz del poder judicial, Gabriela Bravo, perdió una magnífica oportunidad de callarse cuando defendía que no era cosa suya meterse en tales asuntos. Puede hacerse y es de alegrase que se esté haciendo, que forzados por la circunstancias, los dos principales partidos, el del Gobierno y el de la Oposición, por una inaudita vez actúen de manera conjunta buscando resolver algo de interés general y que a todos preocupa. Quizás así restañen los políticos una pizca de ese prestigio tan pisoteado.
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Antonio Pérez Henares