Pablo el tirano

Ya en el XVII Montesquieu afirmó que “No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia”. ¿No les parece que el célebre escritor y político francés se estaba refiriendo a Pablo Iglesias?

He seguido con atención la trayectoria y los discursos del que fuera profesor de universidad y presentador de televisión, hoy líder de Podemos, tercera fuerza política en España. Y he sido testigo, como tantos, de su notoria emergencia y, en consecuencia, oigo hoy a un Pablo que nada tiene que ver con el que animaba a la ocupación de viviendas o con el que hablaba de asaltar el poder y de dilapidar lo que él llamaba el Régimen del 78. He escuchado a Pablo relatar en público cómo pegó un puñetazo a quien le quiso quitar no sé qué cosa, con lo que ello supone de justificación de la violencia ejercida por cuenta propia, es decir, de tomarse la justicia por la mano.

Nuestro joven Pablo ha disertado sobre la revolución, sobre la fuerza y sobre las armas. Lo ha hecho sobre las revueltas callejeras y sobre la resistencia. Era un antisistema, un agitador. Un hombre de guerra. Un anticapitalista que no creía en la democracia representativa y que especulaba sobre la conveniencia de cerrar los medios de comunicación privados. Un leninista convencido.

Pero lo que verdaderamente me desagrada y me distancia sin retorno de Pablo es que, según él, en su trayectoria de lucha y activismo político ha sido clave su propia masculinidad, su fuerza, sus hormonas. Le he escuchado incorporar, como elemento central de su discurso en relación con la acción política, su capacidad personal y corporal de ejercer la violencia física. Sí, he oído a Pablo explicar y describir su relación con lo público, como activista de izquierdas, en cuanto que varón, en su calidad de macho. Y eso me espanta, lo reconozco. Representa, para mí, la esencia misma de la heteronormatividad más rancia y peligrosa, germen de lo que más detesto, el machismo.

Le he escuchado incorporar, como elemento central de su discurso en relación con la acción política, su capacidad personal y corporal de ejercer la violencia física

Debo ser un tipo raro y miedoso, ustedes dirán, pero me preocupa que este ex-revolucionario sexista salga a los medios a exigirle a Pedro Sánchez una vicepresidencia todopoderosa para su persona, amén de los ministerios de Defensa e Interior, los espías, el dinero y la televisión.

Creo, sinceramente, que Pablo Iglesias no quiere en verdad ningún pacto de gobierno con el PSOE, más allá de su voluntad estratégica de buscarlo para escenificarlo ante los ojos de todos. A mi modo de ver, Podemos sueña con comerse al PSOE e Iglesias, como Perseo, fabula con decapitar a Sánchez, su particular Medusa, para entregársela en bandeja de plata a su diosa de la mayoría social, asamblearia y antisistema. La Atenea de estos rojos.

A veces nos olvidamos de que Pablo y su equipo son profesionales de la estrategia política y de la puesta en escena. Hay signos por todas partes de la falta de interés real por parte de Podemos de pactar con el Partido Socialista, y es que Iglesias solo tiene opciones de imponer su programa ideológico si rompe en dos al PSOE y le roba parte de su espacio y de su electorado. ¡Es Iglesias poniendo en práctica el proyecto frustrado de Anguita!

Mientras el Partido Socialista no comprenda que su enemigo natural y real es Podemos, las expectativas de Pablo se multiplican y crecen. A Izquierda Unida, a Podemos y a las confluencias les interesa, y mucho, representar el intento de acuerdo con el PSOE, pero no lo desean. Necesitan crecer y lo harán a costa del único partido que puede darles la victoria. Ansían la repetición de las elecciones generales para acabar de desangrar al socialismo.

La prisa anunciada y repetida de Pablo por una vicepresidencia me parece, en realidad, la más pura y perfecta escenificación política de su rechazo total a un papel secundario en la escena política nacional. Su medida altanería con Sánchez representa la invitación magistral y anticipada que hace a los socialistas para cuando él pueda ser investido presidente con sus votos, aunque su oferta vicepresidencial sería, sin duda, sin policía, sin soldados y sin servicios secretos, que para eso es él, Pablo, el Macho Alfa de la nueva izquierda radical española. El amo de la mayoría social.

En el siglo XX, el revolucionario mexicano Pancho Villa proclamaría que “Los ejércitos son los más grandes apoyos de la tiranía” y que “no puede haber dictador sin su ejército”¿Estoy obsesionado o ustedes también ven a Pablo por todas partes?

Salud.

Ignacio Perelló