Opiniones variadas
Es cosa de admirar, en este mundillo de las actividades culturales, que haya gentes que además de servir para un roto y un descosido, sean capaces de zurcirlo o remendarlo con similar pericia, igual dedicación e incluso hasta parecida gracia. Tal vez no sean estas gentes el reflejo perfecto de aquellos humanistas del Renacimiento que, con sólido bagaje dominaban las artes y las ciencias, destacaban en la pintura, esculpían con firme pulso, diseñaban edificios y fortalezas, fabricaban máquinas de guerra y, además, cantaban con voz temperada y tañían con destreza todos los instrumentos musicales.
Las habilidades de estos polifacéticos personajes actuales son menos ambiciosas, pero no por ello menos dignas de admiración. El escritor, de esta manera, hace sus pinitos en el mundo de la fotografía. El pintor, como no podía ser de otra manera, también escribe, quién sabe si sonetos. El autor de teatro, por supuesto, canta. El músico, en fin, diseña unas corbatas que aunque de puro atrevimiento sean una maravilla, uno que ya tiene una cierta edad no se pondría nunca.
Hasta aquí, creo que la cosa no pasa a mayores. Lo malo es cuando a ese mismo escritor tan orgulloso de sus instantáneas, a ese inquieto pintor maestro del endecasílabo, a ese dramaturgo de canora voz, e incluso hasta a ese músico de las corbatas disparatadas, les da por opinar, no sobre sus diversas habilidades como sería de esperar, sino también sobre lo divino y lo humano.
¿Que hoy se discute sobre la organización territorial del Estado? Allí aparece el escritor-fotógrafo, o el pintor-poeta, o cualquier otro polifacético personaje para demostrar con datos irrefutables que las raíces de la butifarra no surgen en Vic, sino en Tortosa
Basta que cualquiera de ellos acceda a esos púlpitos actuales que son los programas televisados para que, investido de una nueva y tal vez hasta entonces insospechada sapiencia, pontifique sobre los más disparatados asuntos. ¿Que hoy se discute sobre la organización territorial del Estado? Allí aparece el escritor-fotógrafo, o el pintor-poeta, o cualquier otro polifacético personaje para demostrar con datos irrefutables que las raíces de la butifarra no surgen en Vic, sino en Tortosa. ¿Que a continuación se habla de fútbol? El mismo sujeto discute con total seguridad la alineación elegida. el pase ejecutado o la falta cometida. ¿Que se trata de sanidad pública? No importa, con total desparpajo se ilustra a la sufrida audiencia, trayendo a colación detallados datos epidemiológicos sobre los bacilos más letales.
Siendo uno consciente de sus muchas limitaciones, no sólo se pregunta, con su pizca de envidia sobre las variadas habilidades que adornan a estas gentes sino, sobre todo, acerca de los mecanismos mentales que les permiten mostrar siempre un completo aplomo en todas y cada una de sus intervenciones. Jamás dudan, ni siquiera un breve instante. Se limitan a una pantomima de análisis, a un simulacro de discusión y, por último, a imponer unas conclusiones que ellos querrían inapelables, cuando mucho más felices seríamos todos si en lugar de a estas actividades se dedicasen, no ya a lo suyo, sino tan sólo a tomar certeras fotografías, componer versos de amor, cantar desenfadas canciones o vender corbatas chillonas.
Ignacio Vázquez Moliní