Obviedades
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, desembarcó el pasado fin de semana en Barcelona. Así se quita el sambenito de la vieja sentencia castellana: el que calla otorga. Parece que se ha cansado de dar la callada por respuesta. O, por decirlo de otro modo, se ha cansado de que muchos tomen por desidia ante el reto soberanista su proverbial quietismo.
En cualquier caso hemos de dar por bueno su cambio de actitud si la rectificación es precursora del acierto. Aunque en el fondo no haya hecho otra cosa que repetir por enésima vez su conocido discurso en torno a la cuestión catalana. La diferencia es que ha jugado en un terreno colonizado por la propaganda nacionalista, lo cual no debe confundirse con lo que en fútbol entendemos por jugar "fuera de casa".
Precisamente el mensaje central del discurso del presidente del Gobierno de la Nación en Barcelona consistió en proclamar que ningún español que viva en Cataluña abdicará nunca del derecho a ser catalán, español y europeo al mismo tiempo. "Nadie pasará a ser extranjero en su propio país", dijo Rajoy. O sea, que jugaba en casa cuando aprovechó la Convención del PP de Cataluña para decir unas cuantas obviedades.
Lo obvio es hijo de la razón y el sentido común, mientras que la extravagancia es un cultivo de la imaginación y las emociones. Solo faltaba que la razón tuviera que dar un paso atrás frente a la imaginativa cruzada por una Cataluña soñada por el nacionalismo como "unidad de destino en lo universal" (¿No les suena?). A ver si vamos a tomar ahora a Rajoy por ese gobernante tan temerario que se atreve a reconocer en el imperio de la ley la condición necesaria de la Democracia. O por el hecho de proclamar que la soberanía nacional es indivisible ("España es un bien individo"), ergo, solo su titular, el pueblo español, puede decidir sobre una eventual fragmentación de la misma.
Todas esas cosas las dijo este fin de semana Rajoy y las decimos millones de españoles, incluidos miles y miles de catalanes menos ruidosos y más desunidos que los nacionalistas. Pero no dejamos de correr detrás de las liebres que suelta el President o sus compañeros del viaje a ninguna parte. Cuando no es una inútil declaración del Parlament sobre la residencia de la soberanía en el pueblo catalán es la creación de un "consejo nacional de la transición". O la convocatoria de un referéndum que nunca se celebrará legalmente. O la celebración del simposio "España contra Cataluña".
Con la excusa de que no tiene margen de retorno a la centralidad ("Estamos con ERC para todo", dice), Artur Mas ha decidido doblar la apuesta. De perdidos, al río. Este hombre pasará a los anales de la torpeza política. Se suicida políticamente, arrastra a su partido, nos pone a todos de los nervios y, lo que es más grave, insiste en comportarse como un gobernante ajeno a los problemas reales de los gobernados.