Ni santos, ni asesinos

Con el aumento creciente e indiscriminado de ejecuciones hipotecarias se puede caer fácilmente en la demagogia. Sería muy bonito y muy navideño que pudiéramos ayudar a todos y cada uno de los que no pueden pagar sus deudas. A los hipotecados, pero también a los alquilados, a los empresarios que ahora no venden y les embargan el local, los que se han comprado un coche o muebles o deben varias cuotas del crédito que tomaron para pagar un viaje o la boda de la niña o una operación de estética. Pero, claro, hay prioridades y además no sería justo para los que con mucho esfuerzo, la mayoría, hace lo imposible para pagar sus deudas y sus alquileres.

No se puede hacer tabla rasa porque hay algo importante que hay que preservar y es la seguridad jurídica. Todos queremos que se encuentren soluciones para los casos flagrantes y en ello se está. Tarde y a remolque de episodios dolorosos. Por ello hay que ir con pies firmes y no cargarse principios sagrados de un estado de derecho.

Aquí hay muchos culpables y grados en esa culpabilidad. El primero el Banco de España que no reaccionó cuando bancos y cajas soltaban el dinero en muchos casos con escasas garantías y que no se asustó ni puso límites a los productos, cláusulas e intereses que se manejaban y que en su mayoría permanecen en los contratos por pocos que se firmen. Los políticos y sindicalistas sentados en las cajas de ahorros que dejaron hacer e hicieron operaciones a todas luces inadecuadas. Los partidos que veían que esto iba a pasar y no hicieron nada ni siquiera cuando instituciones como el Defensor del Pueblo publicaba un informe a principios de este año con algunas soluciones. Y también algunos ciudadanos que fueron imprudentes por firmar préstamos más allá de sus posibilidades reales en ese momento y en el futuras. Los bancos no son hermanitas de los pobres, pero hombre tampoco son asesinos, como ni se pueden dejar de cumplir y hacer cumplir las leyes. Busquemos entre todos soluciones, pero sin perder la cabeza.


Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.

Carmen Tomás