Monarquía o República

He aquí lo que se dice un dilema mal planteado. Porque lo importante no es si Monarquía o si República, sino si Democracia o Tiranía; y en el mundo han existido y existen Monarquías y Repúblicas democráticas y Repúblicas y Monarquías tiránicas.

Tampoco es válida la identificación -que es una idea peculiar propia de las izquierdas en España, con muy pocos defensores fuera de nuestras fronteras- entre Monarquía y Derecha y entre República e Izquierda. Los mismos que sostienen esa tesis abominan de los Estados Unidos y, en estos momentos no digamos, de Francia o Alemania. En cambio, Cuba o Venezuela les parecen una maravilla. Repúblicas son unas y otras, pero por ahí les hace agua la identidad República=Izquierda o República=Democracia, ya que de izquierdistas tienen poco las primeras, y nada de democráticas las segundas. Y existen en la actualidad no pocas Monarquías democráticas -abiertas a gobiernos elegidos por el pueblo sean de la tendencia que sean- y al par asimismo otras tantas totalitarias -apoyadas en oligarquías de diverso tipo y caracterizadas por gobernar al margen y por encima de la opinión popular-.

Por tanto, la actual reivindicación de la República por parte de un sector de la política y la opinión pública españolas carece de toda base o, con más exactitud, trabaja y se fundamenta en bases falsas, o más bien falsificadas. No vivimos en un régimen monárquico de derechas, sino en un régimen monárquico democrático. Y si alguien es antidemócrata en este régimen, son aquéllos que han dicho que cuando ocupe el poder un gobierno de derechas le harán la vida imposible; aquéllos que pretenderán sacar las masas a la calle; aquéllos que intentarán llevar a cabo una oposición violenta. ¿Contra quien? No contra el Gobierno, sino contra el pueblo, contra los votantes que mayoritariamente le han elegido.

He ahí lo que llaman democracia. ¿Quiénes? Las mismas izquierdas que tratan de vendernos las maravillas del sistema republicano. Vamos, pues, a dejar claras las cosas.

En Inglaterra hay Monarquía y en Francia República. En ambos países la Izquierda y la Derecha se alternan en el poder. ¿Por qué, antes tales ejemplos y otros muchos similares, es bueno ser republicano y malo ser monárquico? Al Presidente de la República se le elige cada cierto tiempo; el Rey supone la continuidad de una simbología histórica enraizada en determinados países. Y, en la hora presente, y sin alejarnos de nuestro entorno, podemos encontrar Reyes y Presidentes con un carácter meramente representativo y a lo sumo arbitral (Suecia, Alemania; Bélgica, Italia), y  Presidentes y Reyes con plenos poderes (Francia, Marruecos). Nada de esto tiene que ver con el republicanismo de las actuales izquierdas españolas.

Éstas son, así de sencillo, meras añorantes de nuestras dos Repúblicas, la del XIX y la del XX. La primera duró menos de un año -1873 no completo- y tuvo nada menos que cuatro Presidentes: tres de ellos respetables como personas pero inútiles como gobernantes (Figueras, Pi y Margall, Salmerón) y uno capaz (Castelar), al que echaron precisamente porque no permitió el caos izquierdista en que la República sumió a España. Y a nuestras izquierdas es ese caos lo que les vuelve locas de entusiasmo. Y, por lo que hace a la segunda, permitió entre 1931 y 1934, bajo gobiernos de izquierdas, todos los desmanes imaginables; cuando en 1934, como resultado de unas elecciones libres, subió la Derecha al poder, la Izquierda llegó a la revolución armada para impedir que el resultado de las urnas se transformase en paz y estabilidad sociales. Y luego, unas elecciones amañadas en 1936 le abrieron el paso al llamado Frente Popular, que llegó a todo cuanto quepa decir, hasta el asesinato y el crimen como formas habituales de acción política. Y eso es lo que nuestras izquierdas añoran. Y lo que la muy parcial Ley de Memoria histórica trata de vendernos como el mejor período de nuestra historia, cuando fue el más lamentable en los dos siglos transcurridos desde la Revolución francesa. 

Se puede preferir la Monarquía o la República; hoy esa opción por una u otra no es muy importante; es en cambio decisivo preferir la democracia, y eso es justamente lo que repudian, disfrazándose de ovejitas inocentes, los defensores no de la República sino del nefasto modelo republicano de 1936. Lo que se llama, no nos engañemos, dictadura del proletariado.

Alberto de la Hera