Método 3
El nivel de deterioro que estamos alcanzando parecía impensable hace sólo unos pocos años, cuando la mayoría disfrutaba de un escenario de prosperidad y bienestar que inducía a reflexionar sobre los nuevos y más proactivos modelos de participación en una democracia opulenta, y en la que lo importante era indagar sobre nuevos y más originales derechos.
Mucho han cambiado las cosas y ahora cada día es un episodio nuevo de revelaciones sobre los tejemanejes en los que andan enredados desde la Casa Real hasta los dos grandes partidos, pasando por los convergentes y los de Unió en Cataluña. Y es precisamente en Cataluña donde el esperpento ha alcanzado el máximo punto de efervescencia, con el escándalo del espionaje que si bien hasta ahora pensábamos que era un asunto doméstico del PP de Madrid, ahora descubrimos que es una práctica habitual que afecta a toda suerte de políticos, empresarios y figuras públicas de la sociedad catalana.
El espionaje es en sí mismo absolutamente siniestro y representa el estadio más bajo y sucio de la política
El espionaje es en sí mismo absolutamente siniestro y representa el estadio más bajo y sucio de la política. La intencionalidad de los espías suele tener que ver con el chantaje y la extorsión, dos inmundicias más que añadir a las ya famosas de la prevaricación, el cohecho o la malversación. La situación de España se desliza hacia una profunda descomposición del sistema. Mientras Diego Torres pasea sus acusaciones contra el corazón de la Casa Real, y porque no decirlo con el término que mejor define a lo que nos referimos, la monarquía, Método 3 por presumible encargo de unos o de otros, se ha desvelado como el verdadero Gran Hermano de esta sociedad enferma.
De momento sabemos que la señora Sánchez Camacho comía en cómoda compañía de la examante de Pujol junior y que el socialista José Zaragoza presumía de saber que ocurrían cosas mientras estas pasaban; y que hay informes que afectan hasta a los futbolistas de Barcelona, cuyas conversaciones deben ser de una extraordinaria profundidad para realizar grandes y onerosos negocios de persecución. Nadie debería sorprenderse de que este escándalo tenga matices de bochornosa cutrería local, pero sí que la transversalidad presumible se haya convertido en una red de intereses que reúne en unas tramas comunes al conjunto de los partidos políticos de este país.
Tangentópolis es cada vez más visible en esta España.