Más que crujidos en la teocracia de Irán
El primer muerto y los primeros heridos en las manifestaciones de Teherán han extendido la llama de las protestas y las manifestaciones por las principales ciudades del país. Irán es un clamor que se aproxima -si es que no las ha rebasado ya- a las de hace 30 años contra la autocracia del sah, que trajeron la revolución en dos sucesivas fases.
Primero fue la democrática y después la islámica, encabezada por el imán Jomeini, que se encontraba entonces en el exilio, refugiado en París; originariamente, por su protestas y la resistencia al autócrata que había expropiado las vastas propiedades agrarias del clero chií, en una destemplada desamortización no exenta de brutalidades. Jimi Carter, desde una Casa Blanca paralizada por la pusilanimidad, hizo el resto -incurso en la omisión- y permitió que se desplomara el esquema occidental de seguridad en Oriente Próximo, sentado hasta entonces en los polos del propio Irán e Israel.
Mientras que la Casa Blanca de ahora, como pillada a contrapié por el giro de los acontecimientos después del ofrecimiento de diálogo por parte de Obama, con la explosión de radicalidad en el discurso de Ahmadineyad, que se siente ya consolidado y con el respaldo sistémico del Líder Supremo de la Revolución. Una revolución que ahora se ha convertido en suceso brutalmente reaccionario, orlado con las actuaciones de milicias paramilitares y urbanas, conforme el mismo modelo que viene exhibiendo puntualmente Hugo Chávez en Caracas, cuando cursan las manifestaciones de los opositores.
Los datos más relevantes de estas horas son la reaparición del reformista Hussein Musavi, cuyo destino se desconocía durante dos días, al igual que el de casi un centenar de figuras aperturistas y tan pertenecientes al sistema como él mismo; la entrevista de Musavi con Ali Jameini, la autoridad suprema del régimen, luego de pedir públicamente la anulación del escrutinio y la repetición de los comicios, y la promesa de Jameini a Musavi de que el Consejo de Guardianes -mixtura de clérigos y juristas, en funciones de tribunal electoral- estudiará lo sucedido y resolverá en el plazo de una semana...
¿Es razonable pensar que en la situación en que se encuentra el país, con Mahmud Ahmadineyad prejuzgando la validez de los escrutinios y tensando todavía mucho más de lo que están las relaciones de Irán con el mundo -al afirmar de modo implícito que tiene ya en sus manos la Bomba A ("vamos a tratar sobre el desarme atómico, no sobre energía nuclear")-, cabe pensar, digo, que el puchero iraní no puede estar tanto en el fuego, hirviendo como lo hace, cada vez más, por la propia física de los acontecimientos? Parece lo más razonable pensar que, estando así las cosas, o media en el plazo de unas horas algún pacto de régimen -pues los interlocutores todos pertenecen al régimen mismo- para repetir las elecciones, o el régimen se desmorona conforme cualquiera de las hipótesis que se encuentran sobre la mesa. Desde un golpe militar para evitar el desplome del orden, partiendo desde el consenso de los tres principales servicios de información -con o sin consentimiento de Ali Jameini-, o se perderá el control, extraviándose el cambio pacífico que los iraníes y el mundo esperan.
José Javaloyes