Mas: Los problemas crecen más
Una lectura de los datos electorales obligaría necesariamente a medir el porcentaje, o el número de votantes catalanes, que respaldan en conjunto la propuesta soberanista con relación a los que lo hacían en 2010. Pero no es posible por varias razones. Desde luego porque la participación no ha sido la misma; en esta ocasión muchos más electores han acudido a las urnas, confirmando con su voto el alto grado de implicación que el debate ha llegado a producir entre el electorado llamado a las urnas.
El principal punto de apoyo de CiU en la legislatura que ha terminado fue el PP, hasta la ruptura con el gobierno de Rajoy
Por otro lado, la CiU de 2012 no es la misma de 2010; no defienden proyectos similares y no se puede hacer una correspondencia de votantes, puesto que los proyectos defendidos entonces y los de ahora divergen sustancialmente – no en vano el principal punto de apoyo de Convergencia y Unió en la legislatura que ha terminado fue el PP, al menos hasta la ruptura con el gobierno de Rajoy -, ya que entonces a diferencia de lo que sucede ahora, el electorado “clásico” de los nacionalistas moderados se componía sustancialmente de eso mismo, de nacionalistas moderados.
El giro político catalán hacia el debate del soberanismo ha hecho crecer la versión “autentica” de la propuesta independentista, y ha hecho retroceder, con más participación incluso, la posición sobrevenida o “impostada” del nacionalismo “clásico”. No son lo mismo los sentimientos de independencia que un proyecto a corto plazo para la misma. CiU ha conseguido, fatalmente para ellos, despertar con más fuerza la credibilidad de una idea soberanista, pero no ha convencido de que ella fuera a ser la herramienta indispensable para lograrla. Digamos que ha conseguido modificar el pensamiento político de una parte considerable de su base electoral estimulando su trasvase a otra fuerza política. Esto, hasta ahora, era inédito en la política española.
Se queda, pues, CiU en un parlamento al que acude con menos escaños y con menos posibilidades de acuerdos. Su tradicional pragmatismo ha sido vencido por el dislate radical y eso la lleva a que la ductilidad habitual para pactar esto con estos, aquello con aquellos, se vea limitada contundentemente.
A CiU ya no le vale jugar al sentimentalismo nacional con Esquerra y al economicismo con el PP
Ahora deberá afrontar exactamente los mismos problemas que Cataluña y la Generalitat tenían antes, y deberá hacerlo con una aritmética más envenenada. Si quiere el respaldo de ERC, la gran ganadora de la estrategia de Mas, deberá maquillar, al menos, su política económica de recortes y de ajuste financiero. Ya no le vale a CiU jugar al sentimentalismo nacional con Esquerra y al economicismo con el PP. Deberá, si el PP cumple lo anunciado por De Cospedal – si no lo hace comenzará a perder votos -, quedarse al pairo de los nacionalistas de izquierda y eso conllevará que podrá gritar más fuerte Visca Catalunya, pero no podrá recortar al mansalva como venía haciendo, y eso será así porque ERC ha cosechado votos de izquierda que no supeditan a la defensa de la patria la defensa de las políticas sociales. O quizá, si. Entonces, si eso sucediera, será la oportunidad de ICV o del PSC, que, hoy por hoy, solo tiene que evitar ensimismarse en sus habituales disputas internas y esperar con un programa adecuado el derrumbe de los moderados del CiU, o de la izquierda de ERC.
Puede que, al final, los que no decidirán nada en esta legislatura – ni en Madrid ni en Barcelona – como ICV, Ciudatans – cuyo crecimiento espectacular es un claro aviso para socialistas y populares- o el PSC sean los que mejores expectativas tengan para mejorar sus posibilidades de futuro. Un consuelo, al fin y al cabo.
Pero ya quisiera Mas encontrar alguno.
Editorial Estrella