Más cortesanos que monárquicos

Lo dejó dicho el clásico: todo exceso está condenado a caer en el vacío. Digo esto, por lo llamativo del prolongado fervorín de  aplausos que en los últimos meses se ha convertido en colofón de todas las intervenciones públicas del Rey. En tales momentos, es tal la sobreactuación de nuestra clase política que, convierte en irrelevantes los discursos y transforma los aplausos, su intensidad y duración, en los protagonistas del acto. Ocurrió antes de ayer en Cádiz en ocasión de un parlamento dedicado al encomio de "La Pepa".

Por lo demás, a la hora de analizar el porqué de tan prolongados aplausos ni un solo periódico ha dejado de señalar lo que todos sabemos y a muchos preocupa: el caso Urdangarin. Aplausos para arropar a quien más allá de su condición de Jefe del Estado vemos como una persona que atraviesa por un mal momento por culpa de la desaprensiva conducta de su yerno. Y, es ahí, donde surge una pregunta que, a mi modo de ver, debería encontrar respuesta en la ponderación, no en una actitud que roza la adulación. Don Juan Carlos goza del afecto del grueso de los ciudadanos; cuenta con simpatía incluso entre quienes se declaran republicanos. Por eso mismo, no necesita más aplausos que los que concitaba antes de que trascendieran las andanzas poco ejemplares de Iñaki Urdangarin.

Trazar, a partir de este caso, cábalas acerca del futuro de la  Monarquía -como se lee o escucha estos días- más que una exageración, me parece una frivolidad. La Monarquía parlamentaria como estructura política del Estado viene proclamada en el Artículo 1 de la Constitución y la Carta Magna fue aprobada en referéndum por la mayoría de los españoles. Hoy por hoy, los partidos que se reclaman abiertamente republicanos y podrían alentar un cambio de régimen cuentan con respaldos electorales minoritarios. Así las cosas, no entiendo, como digo, el exceso en el aplauso a favor de quien cuenta con algo mejor y superior: el respeto y el cariño de la mayoría de los ciudadanos. Como en otros períodos de nuestra Historia, a la Corona le sobran cortesanos.

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Fermín Bocos