Margarita vuelve a Casa

Rafael Simancas ha organizado en el PSOE un ciclo de conferencias sobre algunos de los valores humanos más importantes de la historia del socialismo. Con este ciclo ha hecho un recorrido inteligente por la memoria, para analizar sin apasionamiento y con racionalidad, los rasgos de dirigentes históricos y de políticos de relieve en las filas del centenario partido de Pablo Iglesias. En estos tiempos de desorden ideológico, de confusión política y de vaciamiento de contenido en los discursos que tantas veces escuchamos, suena bien la idea de retroceder metafóricamente en el tiempo para actualizar las viejas ideas que encarnaban personajes ilustres del tiempo más vivo de la historia de España.

Fue diputada, rebelde y luchadora

De todos los que han pasado por la sala de conferencias, me interesa fijar la atención en Margarita Nelken, uno de esos personajes malditos que incomodan cuando se lee su biografía. Margarita era, antes que otra cosa, librepensadora, ilustrada, progresista y extraordinariamente culta e inteligente. Era, por supuesto, de izquierdas y era, seguramente, socialista en el sentido más amplio del término.

El asunto de tomar el carné de partido fue una cuestión indisociable del periodo crítico que vivió con más profundidad y apasionamiento político. Cuando pasó a ser dirigente socialista – con escaño por Badajoz – ella ya llevaba años defendiendo a capa y espada – más espada que capa – causas legítimas que entonces parecían extrañas incluso en algunos sectores de la izquierda. Había promovido, por ejemplo, alternativas al liceo burgués de mujeres "avanzadas", denunciando la hipocresía que suponía diferenciar la emancipación de la mujer de su emancipación sexual, había promovido la creación de un centro de atención a mujeres madres solteras – muchas de ellas "chicas de servir"- laico e independiente del discurso moralizante y clasista de la época.

Fue diputada, rebelde y luchadora. Antes había escrito para la prensa socialista, y antes había estudiado la pintura del Prado con el mismo fervor con el que luego se colgaría la pistola al cinto en los días más feroces de la guerra. Era una pasionaria sin cartel ni representante que la promocionara en el espectáculo de la propaganda. Pero fue ella la que se quedó en el Madrid sitiado, y fue ella quién arengó a los madrileños para que resistieran cuando el gobierno republicano corría hacia Valencia. Murió en el exilio, que compartió con el general Miaja, su amigo en la resistencia madrileña y hasta el final del viaje sin regreso al México de Cárdenas.

Se hizo comunista en la guerra porque pensaba que el PSOE andaba a la deriva

Se hizo comunista en la guerra porque pensaba que el PSOE andaba a la deriva – qué cosas – y dejó el comunismo después de romper con el sectarismo estalinista y de haber pagado el precio de perder un hijo en la defensa de Stalingrado.

La historia ha sido injusta porque ella era vehemente, incapaz de someterse al orden irracional y porque era una mujer libre a la que llamaron, no sólo sus enemigos de trinchera sino compañeros de filas, con asquerosa insistencia, golfa, puta, y toda suerte de barbaridades; y dicen los que saben, que le ocultaron el fallecimiento de su hijo Santiago, Taguin, en el campo de batalla por instrucción de Dolores, que le guardaba desde la URSS, un tremendo rencor por su naturaleza feminista, independiente y altiva en la defensa, más allá de toda disciplina, de sus ideas y sus convicciones.

Ahora vuelve a la Casa en la que se inició a la política, el PSOE, de la mano de Simancas y en un tiempo en el que el libre pensamiento ya no es un concepto anticuado y timorato sino una necesidad estratégica para no sucumbir en el tedio de los ignorantes que ocupan las parcelas del nuevo pensamiento político.

En este erial de la cosa, Simancas ha elegido bien todos los sujetos de su ciclo memorístico. Pero me quedo con "la Nelken", y le elogio su elección y su valentía al hacerla.

Rafael García Rico