Madiba y el paripé de los indignos

Me encantaría que muchos de los mandatarios internacionales nos explicaran las motivaciones de su movilización y, tantos, de su presencia allí con motivo de la muerte de Nelson Mandela. Porque la mayoría de ellos deberían sentirse avergonzados del irrisorio paripé que se han organizado en sus reacciones y en su presencia en los fastos de Johannesburgo. Debe de ser que saben que Mandela, desde los cielos, no se lo va a recriminar, porque, eso sí, estaban al tanto de la inmensa bondad y generosidad del personaje y saben que no les iba a dejar mal desde el otro mundo. Pero los observadores imparciales tenemos el derecho a la denuncia de tanta hipocresía y de tanta malversación del legado irrepetible del gran líder surafricano, porque no tenemos la obligación de igualar al gran líder en perdón y en olvido de lo que ellos han hecho y siguen haciendo en esta tierra de Dios. No sé si el ex presidente Bush será consciente de que nunca respetó los ideales de Madiba y de que la guerra de Irak fue el paradigma de la indignidad y de la conculcación de todos los derechos humanos.

Mandela es el gran símbolo mundial del respeto al género humano desde el poder

Madiba, también con sus defectos, es el gran símbolo mundial del respeto al género humano desde el poder, mientras que muchos de sus visitantes de última hora lo único que representan es la traición a toda suerte de ideales. Pero todo lo daríamos por bueno si se produjera el milagro del arrepentimiento de todos esos farsantes y su firme propósito de convertirse en seguidores de la conducta de aquél, propósito que cumplirían a rajatabla, claro. Tal vez haya algo positivo en el comportamiento ahora de los falaces: que han puesto de manifiesto la vergüenza que constituye su trayectoria vital y su acción de gobierno. Tampoco quiero ser del todo negativo, queridos amigos: espero que todo lo sucedido estos días marque un antes y un después, incluso a la contra de la real voluntad de sus protagonistas. Creo que con eso yo me daría por satisfecho y me sentiría confortado, siempre que sus efectos fuesen bastante inmediatos y alcanzáramos a verlos antes de morirnos todos los que hoy andamos por este mundo.

Pedro Calvo Hernando