Los cuentos de Andersen

Era el inicio de la tarde cuando Cristiano la clavó en la escuadra. No hubo presagios antes del gol. No hubo animales asustados ni palomas que levantan el vuelo. La nueva zona de caza del rey, es el carril que le han abierto en la media punta. Le concedieron un metro a Ronaldo y cambió de marcha sacudiéndose al rival mientras se escoraba a la derecha. En el siguiente plano, el portero ya estaba adecentando la portería, colocando con mimo sus fetiches, y le faltó barrer un poco mientras silbaba para disimular el gol que acababa de encajar.

Aunque Andersen -el portero-  no se diera por enterado, el Madrid ya ganaba por un gol, y a esa hora, las cuatro y cuarto de la tarde, el partido estaba muerto, y quedaba por delante un horizonte de tedio, sobre el que el madridista iba a calibrar los detalles y el peso de cada jugador, en la nueva estructura con la que se ha abierto el año. Ese desequilibrio organizado que es el centro del campo del Real.

El Betis es un organismo en descomposición. En lo que primero se advierte el rumor de los equipos a los que les ha abandonado el espíritu, es en la falta de saña para combatir los balones divididos. El Madrid imantó todas las bolas que saltaban por el cuadrado central y salía sin miramientos, con dos pases eléctricos con los que se quitaba de en medio la presión insulsa del equipo andaluz. Di María como interior izquierdo tiene atada las manos y un carril hacia arriba y hacia abajo, que encauza su naturaleza psicótica. En la derecha se vuelve loco, como un perro que persigue su cola, y cuelga al área todos los objetos que le caen cerca como si el futuro de la humanidad dependiera del interior de su pie izquierdo. La otra banda, ata su fútbol a una idea más simple: la pared, el pase largo a los galgos, o el reversible hacia Xabi para empezar de nuevo por el lado contrario. Tiene el peligro de las ayudas defensivas a Marcelo y hoy se les vio el anverso una sola vez. El argentino intentó quitarle el balón a un señor del Betis, éste le apartó de un manotazo y encaró al brasileño que pegó un brinco de medio lado parecido a los que hacían las niñas jugando al brillé. No fue gol porque es este Betis desahuciado, y aunque estuviera cuarenta días y cuarenta noches colgando balones sería incapaz de tumbar a Diego López. Pero esa banda izquierda, en las noches Alemanas que vendrán, puede producir la repetición de nuestros terrores infantiles.

Xabi es el vórtice de todo y eso ya se sabía. Pero fue Modric  el hilo conductor una vez más. Llevado por las corrientes del partido, aparece en varios lugares a la vez convirtiendo en jugada lo que no era más que un objeto redondo posado en el suelo que se desliza a cierta velocidad por el césped. Le llegó un balón en la frontal del área y avanzó sosteniendo la pelota entre dos dedos hasta encontrarse con un muro lleno de defensas. Un amague después, dos de ellos estaban en el suelo y Benzemá, traducía su autismo a un lenguaje comprensible para el vulgo. Disparo de primeras al sitio vacío. Es gol. El segundo o el tercero de la tarde, y da igual el momento porque este es un partido sin hilo argumental.

Un pequeño drama sigue instalado en el cuerpo del equipo. Los balones cruzados al área desde el lateral. D. López no se persigna bajo los palos como Casillas, pero tampoco se encuentra cómodo fuera del área pequeña. Carvajal es bajito y se le nota, y Pepe y Ramos tienden a perder de vista el balón, dando extrañas vueltas sobre sí mismos hasta aterrizar en un sitio diferente al del delantero contrario. Hoy, apenas fue un susto bien solventado. En todo lo demás, el dúo de centrales estuvo atento, tenso y con la pierna justa, salvo una entrada cataclismática de Ramos, muy hermosa en su violencia, y que le costó la amarilla.

Cerca del pico derecho del área, en el sitio preferido por Bale, se rifaba una falta. Cristiano y el galés estaban preparados para la ejecución. Fue Gareth. El balón pasó templado por encima de una barrera con problemas estructurales. Llegó a media altura a la portería, casi centrado, lento, sin silbar.

Gol.

El portero no se meneó ni un milímetro aceptando su sino de una forma misteriosa. Puede que no viera la pelota, o quizás haya un secreto en los tiros de Bale que la cámara no capta. En la celebración Bale se disculpó con Ronaldo que sonrió condescendiente. Todo estuvo en orden.

La goleada fue cayendo poco a poco, sin fanatismo, para que nadie saliera perjudicado. Benzemá hizo un partido apañado merodeando la media punta, y a pesar del gol, algo romo en el remate y tan irritante en los fueras de juego como siempre.

Llegaban por las bandas Carvajal, algo aturullado en la suerte final, y Marcelo, que se posiciona maravillosamente para sacar el balón de la defensa y está para los comienzos pero no para los finales. La magia y precisión que tenía no acaba de volver, aunque hay señales positivas. Hoy gobernó los últimos 20 minutos, sin mérito real por la blandura del rival, pero a Marcelo nunca le han interesado los contrarios. Juega contra sí mismo, contra su suerte fatal en las dietas, sus desatenciones en defensa o el irregular brillo de su empeine.

Queda el asunto Bale. Flor de escándalo en verano, caballo lastimado y triste después, protagonista de una resurrección fulgurante con goles y asistencias a porrillo, atado por fuerzas malignas a la banda y ahora, poco a poco, recuperando el tono vital, el color de las mejillas y la tranquilidad un poco majestuosa con la que vigila el campo, a punto siempre de desatar la carrera o su pierna izquierda. Pues bien; Bale hizo un buen partido. No se alarmen.

Morata entró algo magullado en el capítulo final. Cazó un gol extraño, hijo de una chilena de Ronaldo que no salió. Morata parecía estar en fuera de juego pero no lo estaba. Todos se quedaron pensando y el canterano profesional la empujó sin mucha alegría.

Morata se subió a Cristiano y se repartieron democráticamente los abrazos. Cristiano es así, generoso, y en sus tierras todos tienen el derecho a disfrutar. Fue el final. Un ladrillo más en la construcción de este Madrid híbrido con el que se ha encontrado Ancelotti.

Ficha técnica

Real Betis: Andersen; Chica, Amaya, Paulao, Didac; Lolo Reyes (Caro, m.77), Matilla, Salva Sevilla (Juanfran, m.62); Baptistao, Jorge Molina y Rubén Castro (Vadillo, m.56).

Real Madrid: Diego López; Carvajal, Pepe, Sergio Ramos (Nacho, m.72), Marcelo; Xabi Alonso, Modric; Bale, Di María (Illarramendi, m.69), Cristiano Ronaldo; y Benzema (Morata, m.76).

Goles: 0-1. M. 11. Cristiano Ronaldo. 0-2. M. 24. Bale. 0-3. M. 46. Benzema. 0-4. M. 62. Di María. 0-5. M. 88. Morata.

Árbitro: Ignacio Iglesias Villanueva. Mostró tarjeta amarilla a Ramos (m. 19), Salva Sevilla (m. 26), Vadillo (m. 73) y Chica (m. 77).

Ángel del Riego