Lo que nos jugamos en Cataluña

No va a suceder, Cataluña no se va a separar del resto de España, pero el daño que está provocando la deriva secesionista impulsada por la derecha catalana nacionalista, es grande. Mucho daño porque, pese a ser una cortina de humo para tapar el fracaso político de los dos años de Artur Mas al frente de la Generalitat, hay mucha gente, sobre todo jóvenes, a quienes la idea de la independencia les ha podido parecer una suerte de solución mágica para sus problemas cotidianos.

En Cataluña hay cerca de 800.000 parados, varios miles de empresas quebradas, 17 hospitales cerrados, 60.000 pacientes pendientes de ser operados y 200.000 en listas de espera. Por no hablar de la deuda estratosférica de la Generalitat, la que ha llevado a las agencias internacionales a calificar de "bono basura" el bono catalán.

Las encuestas colocan a CiU al filo de la mayoría absoluta, pero no de la "mayoría excepcional"

Artur Mas no quiere hablar de los problemas reales de la gente; no mira al espejo que devuelve la cara amarga de la recesión y los brutales efectos que ha provocado la crisis. De eso se habla poco o cuando se habla es para echarle la culpa a los demás, a la "España que nos roba". Mas está en una huida hacia adelante. Las encuestas colocan a CiU al filo de la mayoría absoluta, pero no de la "mayoría excepcional" que viene reclamando para, llegado el caso, poder interpretar los resultados de las elecciones en clave de plebiscito.

El mal, la inoculación de la cizaña separatista, ya está hecho. Pero los ciudadanos que viven en Cataluña y se saben tan catalanes como españoles, aún pueden frenar la deriva. Evitar que en nombre de una abstracción -el discurso independentista e insolidario de la derecha burguesa- pudiera quebrarse una historia de más de cinco siglos de convivencia pacífica y fructífera entre quienes hablan en catalán y quienes responden en castellano. Eso es lo que nos jugamos en Cataluña el domingo 25 de noviembre.


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Fermín Bocos