Las heridas del viento
De la misma manera que pasa con los amigos, la relación con los buenos textos teatrales, va variando y haciéndose más sólida y profunda en cada nuevo encuentro. Las heridas del viento es un texto magnífico de Juan Carlos Rubio, es tan bueno que parece mentira que no sea más representado en España (si lo es en otros países, sin embargo). Yo lo conocí hace unos años y de mano de una compañía americana, me emocionó tanto que le vi varias veces. El propio autor nos lo ofrece ahora, en una versión desnuda de artificio y plena de sentido, en la antesala de un teatro, demostrando una vez más que en el arte, calidad y cantidad no van unidos. Se trata de uno de esos textos que sugiere más en lo que esconde que en lo que cuenta. Lo que cuenta lo hace con una potencia lírica y una profundidad emocional que en muchos momentos sobrecoge. En este caso la interpretación de Kiti Manver y Dani Muriel, limpia de todo apoyo escenográfico y con el público pegado impúdicamente a ellos, es una experiencia teatral ineludible para cualquiera que sienta el más mínimo interés por el teatro.
La obra culmina con un magistral monólogo. En esta puesta y a esas alturas, todo el público ha olvidado que Juan es una actriz, una enorme actriz -Kiti Manver- incluso ha olvidado que está en el teatro y, mientras se aporta un poco de luz a todo lo que no sabemos y nunca llegaremos a saber, Juan nos desvela su relación con la metáfora elegida para el título:
“Siempre me ha gustado escuchar el sonido del viento, tan suave en su continuo y perseverante camino... El viento no hace daño, no te hiere, pensaba...Tan sólo te balancea de un lado a otro, revuelve tu pelo, tu ropa, pero no tu corazón...Sin embargo, el viento no es sólo ese viento que yo amaba, que me hacía sentir seguro...El viento también puede ser huracán que destroce tu vida y tus sentimientos si no sabes alejarte a tiempo... “.
La obra nos habla, mejor aún nos sugiere, infinitas visiones sobre el amor, las decisiones que uno toma en la vida, la importancia de saber que no todo es lo que parece, del engaño, del auto engaño, de cómo se aprende a vivir,...; nos muestra tantas cosas, que casi se me escapa una de las cuestiones que, sin embargo, están sugeridas ya desde el mismo titulo (acertado y bello, hay de decir). Al llegar a casa de vuelta de la función y revuelta por las emociones vividas, lo que me golpea son las imágenes del paso del tifón Haiyan por Filipinas. Su crudeza y la devastación que muestran, me devuelven al título Las heridas del viento y me hacen pensar en algo en lo que no había caído hasta ahora; lo duro y difícil que es aceptar las tragedias sin culpables.