La planificación familiar como causa antilaborista

Los visitantes que recorren las casas de techo de cañas de esta aldea a orillas del lago Kivu son seguidos por una algarabía feliz y considerable de chavales. Hay, sin embargo, escasas mujeres de mediana edad a la vista, predecible quizá en un país en el que la esperanza media de vida de una mujer es de 49 años.

Hablando con las mujeres en Bweremana, la correlación entre el número de hijos y la ausencia de algunas de sus madres se hace patente. Kanyere Sabasaba, de 35 años, ha tenido 10 hijos, ocho de los cuales han sobrevivido. Su último parto no salió bien. "Expulsé al bebé sin problemas, pero estaba sangrando mucho", me dice. El caso  se había complicado demasiado para el ambulatorio local, así que Kanyere tuvo que pagarse el transporte a otras instalaciones médicas. Tras la intervención, el médico llevó a cabo una ligadura de trompas. "Si vuelvo a dar a luz, podría morir", dice. "El niño más reciente es el que me puede matar de verdad".

En esta parte del Congo, las complicaciones del parto son igual de peligrosas que las milicias de la Sabana. Una mujer que conocí había dado a luz a 13 hijos, sólo seis de los cuales habían sobrevivido. Las mujeres dan a luz en ocasiones en medio de los campos mientras trabajan. La ayuda médica puede tardar días en llegar. Cada parto eleva las probabilidades de sufrir hemorragias, infecciones o hernias. Esas probabilidades se elevan de forma dramática cuando los embarazos se producen muy pronto, muy tarde, o en sucesión rápida. En el Congo, una de cada cinco defunciones de mujeres en edad reproductiva se debe prácticamente a complicaciones del parto.

Las mujeres de Bweremana tratan de distribuir y minimizar sus riesgos. En un programa organizado por la organización Heal Africa, cerca de 6.000 mujeres aportan el equivalente a 20 centavos cada domingo a un fondo común. Cuando es el turno de dar a luz, el fondo extiende un préstamo para pagar los gastos de transporte y hospitalización. Las mujeres atienden un huerto común para colaborar en la renta y la nutrición. Y el grupo promueve la planificación familiar.

Las palabras mismas "planificación familiar" estimulan el centro límbico de la política estadounidense. Desde una distancia prudencial, suena a conflicto ideológico. De primera mano, en lugares como Bweremana, la planificación familiar es una práctica antiabortista sin duda. Cuando los nacimientos se dilatan más de 24 meses, tanto las madres como los hijos tienen probabilidades dramáticamente más elevadas de sobrevivir. La planificación familiar no redunda solamente en los partos, sino en menos riesgos al dar a luz, incluyendo los relacionados con el principio y el final de la edad fértil de la mujer. Cuando el uso de anticonceptivos es reducido, alrededor del 70% de todos los partos conllevan riesgo serio. Cuando el uso es elevado, la cifra es del 35%.

El apoyo al uso de anticonceptivos no implica ni exige el apoyo al aborto. Ni siquiera en el catecismo más estricto, la prevención del embarazo es el equivalente moral a poner fin a la vida. Y los conservadores Protestantes tienen pocos reparos que poner al uso de anticonceptivos, teniendo en cuenta el hecho de que ellos hacen un uso generoso de ellos. Según un sondeo Gallup de 2009, más del 90% de los evangélicos estadounidenses está convencido de que los métodos anticonceptivos hormonales y físicos son moralmente aceptables entre los adultos. Los hijos son regalos de Dios, pero esto no obliga a hacer colección de cuantos regalos sea posible biológicamente.

Aun así el papel del anticonceptivo en los países en vías de desarrollo se ha vuelto polémico, y ambos bandos ideológicos parecen cómplices de esta polarización. Ciertos defensores de izquierdas de la planificación familiar están convencidos de que es inseparable del derecho al aborto, al tiempo que hay conservadores detractores de la planificación familiar convencidos exactamente de lo propio, lo que les lleva a desconfiar de la empresa entera. La desconfianza entre la derecha no es disipada cuando el vicepresidente de los Estados Unidos parece tolerante con el aborto obligatorio en China. 

Pero las mujeres del Congo tienen suficientes problemas internos para importar polémicas occidentales irrelevantes. Aunque tanto la píldora como los preservativos se facilitan en general en las ciudades grandes como Goma, en los municipios rurales hay un acceso limitado. Fijar el ritmo reproductivo es a menudo prerrogativa masculina en lugar de decisión compartida. La violencia sexual puede ser tan familiar a una mujer como recoger gasolina en la maleza.

Los anticonceptivos no resuelven todos los problemas. Pero las mujeres de Bweremana quieren tener acceso a medidas de planificación familiar voluntarias por las mismas razones que las mujeres de cualquier parte: para evitar embarazos de alto riesgo, tener hijos sanos y atender mejor a los hijos que tengan. Y esto es una causa pro-vida.


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Michael Gerson