La infanta y su abogado

Al no ser recurrida la imputación de la infanta Cristina, un recurso de fracaso muy probable, el juez Castro adelantó su declaración prevista inicialmente para el 8 de marzo, día internacional de la Mujer. ¡Qué paradoja! De un lado, la reivindicación de la igualdad y la libertad, con su agenda por países, por momentos. Del otro, la “extrañada y dolida”, “enamorada y confiada contra viento y marea”, inocente "por su fe en el matrimonio y el amor a su marido", por tanto, irresponsable. Tales son los términos usados, en este país y en este momento, por uno de sus abogados, Jesús María Silva.

Poco acierto en su elección, se apunte a Roca o a la Casa Real. Este catedrático de derecho penal con inclinaciones filosóficas, enardecido quizá por la mediática y política del caso, ha venido a irritarnos con su argumentación falaz o la actitud despectiva que ha llegado a permitirse con ese juez que, aunque pueda sentir el apoyo de muchos, no parece contar con las facilidades de nadie.

A pesar de todo Castro ha dictado, instructivamente, su convicción acumulada en 227 páginas, “poco menos que un tratado de derecho procesal” para un trámite de los que “por millares se vienen llevando a cabo cada día en los juzgados de España”, como el auto dice y cito. Por cierto, un auto más coherente y respetuoso con la adultez y capacidad de la imputada que la facundia de algunos de sus valedores, pero en cuyos agujeros jurídicos unos y otros hurgarán y hurgarán hasta ensancharlos al tamaño de una infanta y su equipaje.

Será difícil que en la causa se llegue hasta el final si no se cuenta con el impulso de la Fiscalía y una proactividad suficiente por parte de la Agencia Tributaria. Ojalá me equivoque. Si no, hasta podríamos asistir una vez más a esa segunda parte odiosa en la que muchos personajes públicos, tras salvar el apuro judicial, incluso se recrecen. Es el momento, esperan, de convertir la ausencia de la prueba en prueba de la ausencia, o la falta de condena en inocencia demostrada.

Aunque aquí, llegado el caso, lo más prudente sería un discreto silencio para no dar más aire a este incendio en el que únicamente parece llamado a consumirse el duque sin remedio. Silencio solo por eso, no por pudor ni por respeto a la realidad y a la gente que la habita, lo que a estas alturas parece un imposible. Veremos.

José Luis Mora