Investidura vasca
Urkullu, candidato del PNV a lehendakari, ha mostrado ayer sólo una parte de artillería dialéctica para enfrentar el debate de investidura. El parlamento vasco cuenta desde esta legislatura con la presencia extraordinariamente importante de Bildu, la marca institucional de los que hasta ahora han defendido la violencia, con un PP y un PSE desgastados del paso del segundo por el gobierno vasco en un periodo muy importante de su historia.
El país vasco es uno de los territorios del planeta con mayor autonomía con respecto al gobierno de un estado
Iñigo Urkullu ha dejado en su discurso una muestra del eje central del planteamiento nacionalista: el derecho a decidir, la versión vasca habla de “ser dueños de su destino” y evocando al primer lehendakari, José Antonio de Aguirre, ha apelado a “la mayoría de edad del pueblo vasco”. Es cierto que antes ha defendido un gran pacto institucional contra la crisis. Y no es menos cierto que ha apelado al derecho a la vida como eje básico de la dignidad, pero la verdad es que el futuro inmediato deberá afrontarlo con la premisa de un acuerdo tácito con los legitimadores de la violencia pasada, y que su realidad será la de situarse junto a quienes en su día apoyaron antes el crimen que la vida.
Un gran pacto institucional hubiera defendido un acuerdo múltiple entre los partidos de la herencia democrática y hubiera antepuesto cualquier planteamiento anticrisis al hoy tímido discurso de autodeterminación que, en un futuro próximo, será uno de los pilares de la legislatura, tal y como nos acostumbran últimamente los nacionalistas.
Lo que sucede es que en Euskadi es muy difícil entender semejante reivindicación por dos razones: la primera es que a lo largo de la historia ese discurso ha estado teñido de muchas sangres inocentes, y la segunda es que difícilmente se puede hablar de sometimiento al estado central cuando la verdad empírica dice que el país vasco es uno de los territorios del planeta con mayor autonomía con respecto al gobierno de un estado.
Si Urkullu es inteligente y justo, mantendrá el tono conciliador y pondrá en el centro de su mensaje al vasco que sufre y padece la crisis y dejará de los cantos míticos del país que tanto dolor han causado.