Incidentes y acciones bélicas

Resulta ya irritante. ¿Hasta cuándo se seguirá, en esto de la guerra de Afganistán, sin llamar a las cosas por su nombre cada vez que ocurre una incidencia propia de la guerra misma? Irrita que se monte la milonga de que unos delincuentes han atacado tropas españolas y que éstas han respondido hasta dar muerte a 13 de ellos. Irrita porque no es la primera ocasión. Irrita porque al cabo de tanta reiteración, subterfugios y bobadas se acabe por no hacer otra cosa que insultar a la inteligencia de los españoles.

Y todo tiene su origen en falsedades y voluntarismos estúpidos por querer ocultar lo que pasa y no reconocer que tropas españolas están en una guerra, que es lo sustancial. Lo que no es sustancial y sí adjetivo es que las misiones bélicas que se les asigna sean unas u otras. Nuestros soldados están en una guerra con todos los riesgos que ello naturalmente conlleva.

El pacifismo que tanto ama el presidente de este Gobierno, por el grado y nivel de compromiso a que se ha llegado desde hace mucho tiempo ya en las misiones militares españolas en Afganistán, es algo que, objetiva y necesariamente, habría de reducirse a un estricto sentimiento personal y privado, no expresable ni confesable porque manifestaciones de esa naturaleza resultan, en términos objetivos, desleales con los soldados que allí tenemos.

Otra cosa que muchos o casi todos amemos la paz y que nos duela lo contrario. Pero hay lo que hay y se debe reconocer que se está donde se está para hacer lo que se hace. Ni las tropas españolas ni ningunas otras de las que hay por el mundo, el de nuestros aliados y el de nuestros adversarios o enemigos son, como este Gobierno pretende que admitamos, oenegés variablemente acorazadas.

Convengamos que ya está bien de tanta monserga pacifista y tanta hipocresía. Ahora han sido 13 talibanes los muertos, pero mañana o cualquier día pueden ser soldados españoles, en el mismo número o algunos más, como los que componían, también en Afganistán, la fuerza que transportaba un helicóptero concebido para el transporte de tropas y no para misiones de combate como aquélla. Y entonces también se mintió a los españoles diciendo que el aparato no fue abatido por la fuerza talibán, sino que cayó al suelo por un golpe de viento.

¿No se acabará nunca tan irritante y estúpida monserga? Ciertas fuentes, políticas o militares, tanto da, tienen la obligación de ser fiables, de no mentir y enredar tomándonos por tontos. En cualquier democracia de nuestro entorno no se toleraría tanta desvergüenza política en materias en las que nuestros soldados se juegan la vida y España se juega, si no del todo su honra, sí al menos algunos puntos de decoro.

Lo que tampoco se acaba de entender es que aun en las circunstancias actuales en las que el presidente Obama es quien está en la Casa Blanca, y desde la Moncloa de ahora todo son endechas las que se le mandan a propósito de lo que sea, da igual que sea la guerra de Afganistán o la paz en el Oriente Próximo, se siga todavía con lo mismo. Tal como diría aquél, es para no echar gota.

José Javaloyes