González contra el Gobierno

Los efectos más dramáticos de la crisis se empiezan a dejar ver con claridad. Medio millón de desahuciados, cinco millones de parados, personas que han visto retroceder angustiosamente el bienestar adquirido en los últimos años, jóvenes sin esperanza laboral en España, etc. Un sinfín de gestos y de rostros atemorizados y dañados por el avance nocivo de esta crisis que ya dura demasiado y que, a pesar de los presurosos juicios de la señora Báñez, no anuncia ninguna perspectiva optimista.

En la Comunidad de Madrid se ha anunciado el propósito de desmantelar la sanidad pública al mismo tiempo que se va a implantar el euro por receta. Una muy mala noticia para los madrileños que ven como el sucesor no electo de Esperanza Aguirre convierte en papel mojado las promesas de la lideresa de no tocar uno de los bienes más preciados por los ciudadanos.

El Gobierno ha manifestado su contrariedad por la iniciativa unilateral del gobierno regional madrileño que pretende cobrar indiscriminadamente por cada receta. Al mismo tiempo, bien es cierto que en plena campaña electoral, Alicia Sánchez Camacho se ha manifestado partidaria de eliminar la misma medida que Mas implantó en Cataluña. En todo este maremágnum la ministra de Sanidad permanece muda e indiferente al debate social y la respuesta pública de los sanitarios madrileños que, desde hace días, se manifiestan indignados por los planes del PP madrileño.

El Gobierno debe evitar que cunda la alarma social y que las peores previsiones que apuntan a que la crisis va a terminar siendo una nueva oportunidad de negocio de unos pocos, se hagan realidad. Soraya Sáenz de Santamaría fue taxativa en una comparecencia tras un Consejo de Ministros poniendo en duda la constitucionalidad de la medida que González quiere impulsar en Madrid.

No se puede desligar esta medida de la del proceso privatizador, sin estudios ni justificación razonable alguna, de hospitales que son rentables económicamente hablando pero, sobre todo, lo son socialmente. El madrileño Hospital de la Princesa, por ejemplo, ha recibido un fuerte esfuerzo inversor para tecnificarse al máximo y alcanzar una posición de referencia en el tratamiento de algunas enfermedades. Sin explicación alguna, ahora se anuncia su conversión en un centro sanitario  geriátrico. ¿Por qué? ¿En qué ayuda eso a la contención del déficit y la racionalización del gasto público? No lo sabemos ni se nos explica con claridad.

El malestar ciudadano trasciende ya, y en mucho, a la habitual protesta de los defensores a ultranza de lo público, y comienza a afectar muy decididamente a muchos votantes convencidos del PP.

Pasa con esto como con el problema de los desahucios cuya su ejecución molesta y enfada a muchos ciudadanos que nada tienen que ver con el discurso social de la izquierda.

Urge que tal y como ha anunciado el presidente Mariano Rajoy, se aborden los problemas y las medidas que se proponen con rigor, profesionalidad y prudencia, y que se frene la deslealtad, tan habitual, de los políticos populares madrileños, pues la desazón que invade a nuestra sociedad se impone lenta pero concienzudamente creando un clima de pesimismo que tiene como peor consecuencia un efecto paralizador que en nada ayudará a nuestro futuro.

 

 

Editorial Estrella