Fidel vive. Todo espera
El VI Congreso del Partido Comunista Cubano pone en evidencia dos realidades políticas que llegan veinte años tarde: la necesidad del relevo generacional y el reconocimiento de los errores del régimen. Al no haber elecciones, el proceso de legitimidad del Partido Comunista es simbólico. Se renueva en cada Congreso y está vinculado, todavía, a los que asaltaron el cuartel Moncada en 1953, a la victoria sobre Batista en enero de 1959. Generales e históricos, los quince miembros que flanquean a los hermanos Castro son el nuevo Buró Político septuagenario que acampanará a Raúl en la “actualización del modelo”, esa gran reforma llena de incógnitas y amenazas con un hiato abismal entre viejos y jóvenes. Ambas deficiencias han estado ausentes aunque Fidel las haya reconocido. En palabras de Raúl Castro, “en esta revolución está todo dicho”. Y al tiempo, llega la apertura definitiva, más aún, la posible “liberalización” del régimen. Pero, ¿cómo influirá la salida oficial de Fidel? ¿Qué punto de inflexión se abre a raíz de este último Congreso? Según coinciden distintos politólogos conocedores del régimen, surgen varias opciones:
La integración supranacional con los países miembros del Alba. Según los expertos, permitiría soluciones más endógenas, tranquilas, con menos presión norteamericana y de los mercados, manteniendo el referente de la igualdad y la distribución de la renta. Rafael Correa, Evo Morales o Hugo Chávez son el referente socialista incompatible con las medidas de choque capitalistas y suponen la salida que siempre propuso Fidel, una la integración latinoamericana con niveles de bienestar por encima de los cuellos de botella que hay en Cuba.
El modelo chino. Una estructura autoritaria con un sistema capitalista donde el Ejército tendría ciertos privilegios y por tanto estaría dispuesto a reprimir a la población. Muchos dudan de que Fidel, consciente de su sueño esfumado, permita esa salida militarizada. Aunque generaría protestas insostenibles, es un escenario contemplado por algunos miembros comunistas.
Mercado capitalista. Las medidas de apertura como la retirada de la cartilla o el despido libre corren el riesgo de no ser entendidas. Según Raúl Castro, suprimirán la libreta de racionamiento “para erradicar las distorsiones de la economía y la sociedad en su conjunto”. En estas condiciones, la economía cubana será dual; dólares y pesos que generarán desigualdades en la intensidad de la crisis. “Es posible que en poco tiempo unos cubanos vivan mucho mejor que otros”, apunta un politólogo, “esa referencia mística de la unidad se va a romper y vendrá un periodo de incertidumbre. Puede pasar como en la República Democrática Alemana, cuando se abrió una rendija, por ahí se fue todo el país. En Cuba, en cuanto se dé una posibilidad, querrán salir, aunque ahora mismo fuera la vida no sea como esperaban”.
Los cambios del Congreso, aún siguen siendo importantes, tienen un elemento pendiente por encima de todo: Fidel, vive. ¿Qué se espera de Raúl si no es la desaparición del líder original? El país está en un compás de espera. La salida comunista no da más de sí, pero la presencia de Fidel enturbia cualquier medida. Forma parte de la simbología y biografía de la isla, los cubanos no romperán ese imaginario de manera violenta o traumática. Así que Cuba quiere cambiar las cosas sin poder hacerlo. Porque a la presencia de Castro se suma el bloqueo. Estos dos condicionantes son más fuertes que el propio Congreso, marcan el desarrollo de la isla e impiden un análisis lineal y claro de la nueva transición cubana. El embargo conserva la intensidad de antaño y hace imposible un mercado normal. Precisamente hace unos días Washington pedía explicaciones al BBVA por tener un empleado en la isla. El régimen, cerrando las puertas a las nuevas generaciones, imposibilita alternativas eficaces. Y mientras existan estos dos elementos, la lectura del Congreso no deja de ser aventurada.