Europa de la Paz

La Unión Europea ya ha recibido su premio Nobel de la Paz. Y la ocasión ha servido para reeditar la polémica sobre su concesión. Europa se encuentra atravesando circunstancias especialmente difíciles y atesora déficits importantes en aspectos que determinan la calidad de sus sistemas democráticos. Es verdad que el jurado ha apreciado la ingente labor de la Institución para asegurar el periodo de paz más prolongado de la historia, pero no es menos cierto de que aún pesan sombras sobre su comportamiento como unión con respecto a conflictos armados o situaciones de injusticia violenta que se dan en otras partes del mundo.

Es preciso que una Europa unida actúe de manera consecuente con los principios de paz y democracia

Si el premio es un estímulo para perseverar en la búsqueda de la paz, reafirmamos nuestra felicitación. Pero perseverar significa profundizar, avanzar, ir más lejos. No basta con ser complacientes con el hecho de haber enterrado los odios seculares que aquejaban al continente; ahora es preciso que el continente unido en la institución receptora del premio actúe de manera consecuente con los principios de paz y democracia, derechos humanos y cooperación que evitan que los problemas de violencia política, racial o étnica se perpetúen en otras partes del mundo.

La Unión Europea no es ajena a esos conflictos, puesto que mantiene intereses económicos o relaciones políticas con actores que hoy participan de conflictos armados. Es la hora de la Paz en Europa, pero Europa no es una isla en el mundo hostil y conflictivo en que vivimos. Este premio debería servir para dotar a los europeos de una estrategia conjunta, de una visión internacional y de una forma de actuar que preserve los valores que informan al premio en cualquier parte del mundo.

Editorial Estrella