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Espíritu fallero
Empezamos Marzo. Mes de San José y de las Fallas. De ambos podemos aprender: no en vano los maestros falleros nunca están en paro y siguen permanentemente con la laboriosidad del santo carpintero.
El secreto es fácil: destruir y volver a hacer mejor lo ya realizado. En el Levante saben algo de ello pues muchos de los productos de su huerta son perecederos y están acostumbrados a despedirse de ellos. Con “tomatinas” o sin ellas.
Y yo pregunto: ¿No se podrían considerar como productos perecederos a tantísimas locuras como se han realizado en la construcción? Empeñarse por parte de los Bancos en vender urbanizaciones invendibles por mal concebidas, son ganas de destruir el mercado inmobiliario, mantener la fealdad de un paisaje, crear una competencia algo ilícita y condenar al paro a todo un sector durante unos años, ya que monopolizan y degradan la oferta. Todo ello con ayudas de dinero público.
Mí solución es algo bestia pero está entresacada de las cínicas frases que pronuncian quienes justifican las guerras: “Para construir hay que destruir”. Vale, pues hagámoslo. No lo de las guerras, por Dios. Eso nunca. Propongo una jubilosa falla sin víctimas, sangre ni penurias. Todo lo contrario. Alegre y divertida. Donde antes había fealdad invendible quedará un solar que es lo que más vale, no en vano es suelo patrio. No me negarán que este último argumento es irrefutable y demagógicamente bien traído. Este pedazo de patria, pasada la falla, volverá a estar dispuesto para que entren de nuevo a trabajar mucha gente bajo las enseñanzas y experiencias de lo que no se debió hacer.
En todas las ciudades y pueblos de España hay muestras susceptibles de ser consideradas “construcciones perecederas”: tanto públicas como privadas. Posibles fallas festivas, más purificadoras que otras manifestaciones populares. Y al día siguiente a trabajar cuanta más gente mejor.
Esta “Spanish autodestruction” que sin duda asombraría al mundo, debería ser controlada y autorizada en todos los casos. Por lo cual los trámites jurídicos y oficiales supongo que serían complicadísimos. Mejor. Los abogados, registradores y los notarios también tienen su corazoncito y su crisis que resolver.
Otro día les propondré que hacer con aeropuertos sin aviones, edificios públicos sin uso o extrañas esculturas. Se admiten sugerencias pues el trabajo es arduo. Pero no lo duden: con imaginación siempre hay una solución. Que diría el poeta.
Hasta la próxima semana.