El "quietismo" de Rajoy
Si al boxeador le quitas el saco del entrenamiento en el gimnasio y a pesar de eso sigue golpeando furiosamente, dale que te pego, terminará con la musculatura averiada de tanto golpear al vacío. En relación con la ofensiva soberanista del nacionalismo catalán, eso es marianismo puro. Cumplimiento de la ley y evitar a toda costa el choque de trenes. Es decir, retirar el saco de los golpes para que Artur Mas y sus compañeros de viaje a ninguna parte acaben con los músculos averiados o se aburran de boxear con un adversario que los ignora.
A eso se reduce el llamado "quietismo" de Moncloa, reprobado por ciertas fuerzas políticas nacionalistas y no nacionalistas. Con motivaciones distintas, claro. Quienes desde la demarcación no nacionalista, como el PSC de Pere Navarro, le piden que tome iniciativas, que se mueva, que dialogue con los promotores del referéndum imposible, esperan y desean llevar el agua al molino federalista previa reforma de la Constitución. Y quienes le piden diálogo desde el bando nacionalista es evidente que le están pidiendo complicidad en la voladura del Estado.
La Generalitat menospreció por enésima vez las apelaciones de Moncloa
Ninguna de esas dos reivindicaciones tiene la menor posibilidad de entrar en la agenda política de Moncloa. Ni la vía federal que proponen los socialistas ni la fragmentación de la soberanía única e indivisible que se contiene en el pacto Junqueras-Mas sobre la pregunta y la fecha de un referéndum secesionista imposible. Por tanto, no está tan claro que el tancredismo de Mariano Rajoy vaya a generar males peores que los derivados de la dinámica actual, la que genera el hiperactivo nacionalismo. Básicamente, consiste en cargarse no de razones sino de agravios para seguir viviendo de la crispación y el victimismo.
Después de ponernos a todos de los nervios con la última vuelta de tuerca al ensueño segregacionista, el presidente de la Generalitat menospreció por enésima vez las apelaciones de Moncloa a la anticonstitucionalidad de las propuestas del nacionalismo catalán y a la obligación de "cumplir y hacer cumplir la ley". Sostiene Artur Mas que el uso exclusivo de argumentos jurídicos tiene mucho que ver con la intolerancia y la falta de convicciones democráticas. Por tanto, exige argumentos políticos y no solo jurídicos.
Es una mentira más de los nacionalistas acusar a Moncloa de no usar argumentos políticos. Hay hartura de ellos: las ventajas de seguir juntos, la inoportunidad del órdago soberanista cuando lo prioritario es superar la crisis económica, lo que afecta al todo lo no puede decidir una parte, el desapacible ataque a la doble identidad catalana y española de millones de ciudadanos, etc. Asunto distinto es que estos argumentos políticos no coincidan con los argumentos políticos de Artur Mas. Es de cajón. Por eso decimos que son argumentos políticos. Para que sean materia de debate y no de imposición unilateral.