El ocaso de Rubalcaba

Si Rubalcaba pensaba que las derrotas del domingo pasado iban a pasar inadvertidas, estaba muy equivocado. Y lo estaba. Por eso pretendió ignorar a la opinión pública hasta este lunes, en que comparecería tras la reunión de su ejecutiva, distanciándose, infantilmente, del desenlace de las elecciones de Euskadi y Galicia. La torpeza tiene poco recorrido y la realidad se impuso. Hubo de comparecer, tarde, antes de lo previsto. El miércoles pasado anunció que todo seguiría igual mediante el lampedusiano propósito de cambiar algunas cosas que, por ser de tanta “elevación”, carecen de sentido político en el momento actual.

La mascarada se complementará, ese es el plan, con conferencias y debates de calado sobre asuntos de ideología y de modelo; pero no resolverán, al menos no está enunciado el propósito, la deriva de incompetencia política que el PSOE ha tomado en los últimos meses. Para ello sería preciso desvirtuar esta línea actual, carente de sensibilidad social y de madurez política. Falta, en las filas socialistas, el lúcido análisis que los convierta en una fuerza política verdaderamente representativa y con capacidad para gobernar para una mayoría social hoy desencantada y defraudada.

Para ello, treinta años después de la colosal victoria socialista de 1982, sería urgente una renovación de las propuestas y una adecuación del discurso a la sociedad y a sus necesidades. El tiempo de ZP – esa época capitaneada por las tonterías del talante y las ocurrencias marketinianas de la ceja y otras memeces – ha pasado, y el socialismo debe ser una alternativa consecuente con su naturaleza ideológica. Debe enumerar las necesidades y dedicarse a cumplir con las tareas que las resuelva.

Ahora que el Rajoy más electoral ha descubierto el concepto de España Plural, en una especie de explosión de sus neuronas, el PSOE debe arraigar su compromiso social y huir de los falsos debates, para hacer lo que por mucho que Rubalcaba se esconda es una exigencia ineludible.

La señora Valenciano ha dicho que el que tenga ideas distintas y propuestas que las presente. Los socialistas de carné y sus seguidores deberían tomar nota e inundar la sede madrileña de Ferraz de todas aquellas iniciativas que los obliguen a cambiar el paso. Es una cuestión de salud democrática.

 

Editorial Estrella