El ministro y el sufrimiento

No creo que entre las atribuciones de un ministro se encuentre la de obligar a nadie a sufrir. Tampoco, la de trabajar en beneficio exclusivo de quienes comparten sus personales creencias religiosas. Y mucho menos, la de darle marcha atrás al reloj de la Historia. Alberto Ruiz Gallardón, según parece, cree otra cosa, cree que puede dar marcha atrás a ese reloj que rige el tiempo de todos para que sus manillas se sitúen en el escenario temporal que él quiere, que no podría ser otro que el anterior al del reconocimiento del derecho de las mujeres embarazadas a decidir, en el caso de descubrir graves malformaciones en el feto, la interrupción de ese embarazo.

En ese tiempo al que parece querer regresar el actual ministro de Justicia a la sociedad española, se perseguía penalmente la interrupción voluntaria de la gestación, y se detenía y se encarcelaba a las mujeres que, la mayoría con harto dolor de su alma, recurría a ella por diversos y acuciantes motivos, la mayoría de los cuales sólo ellas eran y son capaces de discernir cabalmente. Pero aquella infame y despiadada persecución de las mujeres embarcadas en tan penoso trance no evitaba, sino antes al contrario, el aborto, aunque sí obligaba a realizarlo en la clandestinidad y, por tanto, en condiciones médicas e higiénicas terribles. Muchas mujeres españolas, sin recursos para acudir a establecimientos sanitarios del extranjero, murieron literalmente dasangradas, o víctimas de infecciones, al ponerse en manos de gente sin formación, sin pericia y sin conciencia, de suerte que la Ley del Aborto, que con sus diferentes supuestos ha venido funcionando en democracia con un razonable consenso, no vino para que las mujeres interrumpieran alegremente y en masa sus embarazos, sino para que las que lo hicieran por cualquiera de los motivos contemplados en la Ley (alguno de los cuales, acaso el más comprensible y determinante, no gusta al ministro), fueran atendidas y tratadas como personas, y no como bultos o como delincuentes.

Por lo demás, no parece que una criatura nacida con graves malformaciones psíquicas y físicas pudiera encontrar hoy, en ésta España empobrecida, insolidaria e injusta gobernada por el Ejecutivo al que pertenece el señor Gallardón, ni el socorro institucional, ni la atención afectiva ni el cuidado precisos para atemperar en algo sus sufrimientos

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Rafael Torres