El mejor ministerio de Asuntos Exteriores de España se llama Repsol
22 de marzo de 2011 (17:55 h.)
Mientras no paran de escucharse despropósitos, uno tras otro, en materia internacional, desde tiempos inmemoriales, nuestra petrolera multinacional tiene una capacidad operativa en mercados conflictivos que en épocas de crisis es más digna de mención que nunca. La reciente actuación en Libia ha sido una buena muestra. La compañía fue absolutamente ejecutiva y logró repatriar a decenas de compatriotas, fletando un avión y haciendo frente a sus responsabilidades con una celeridad que demuestras que en muchas ocasiones, los problemas diplomáticos no son más que incompetencia.
De todas formas, no es un caso extraño, ya que Repsol tiene que capear en países tan difíciles como Argentina, Bolivia, Ecuador... Antonio Brufau sabe de sobra lo que son las arbitrariedades, el cambio de reglas del juego en pleno partido y los regímenes con maneras poco ortodoxas. Por desgracia, constituyen su entorno habitual, como parece ser inevitable cuando de materias primas se trata, aunque ya han demostrado sobradamente capacidad de capear con esto. Nunca se han quejado oficialmente del Gobierno, aunque más de una vez habrían agradecido una ayuda en Argentina o Ecuador.
Ahora, viendo cómo se han agravado los acontecimientos en Libia, vuelve a ser pertinente recordar la celeridad con que actuó la petrolera española que, por cierto, no se siente cómoda con estos precios tan altos del crudo, contrariamente a lo que la gente pueda pensar.
Gracias a Repsol hay un contencioso menos del que preocuparse, en un escenario de tensión internacional. Con toda seguridad, este es un episodio más en el que el Gobierno puede tomar nota de las empresas españolas, algo a lo que se ha visto forzado con la actual crisis.
Nuestras empresas saben muy bien qué hay que hacer en casi todas las circunstancias, porque se juegan su dinero día a día en los países y mercados de todo el mundo. Consultarlas a ellas cuanto haga falta no es una señal de debilidad del Gobierno, sino de sensatez.
No debemos olvidar que España tiene líderes mundiales en muchos segmentos (banca, telefonía, servicios, distribución, energía...) y que, además de manejar la mejor información posible, poseen una capacidad de gestión imbatible. Que redunde de la mejor manera en los ciudadanos es algo a lo que el Ejecutivo no debe oponerse, sino al revés.
De todas formas, no es un caso extraño, ya que Repsol tiene que capear en países tan difíciles como Argentina, Bolivia, Ecuador... Antonio Brufau sabe de sobra lo que son las arbitrariedades, el cambio de reglas del juego en pleno partido y los regímenes con maneras poco ortodoxas. Por desgracia, constituyen su entorno habitual, como parece ser inevitable cuando de materias primas se trata, aunque ya han demostrado sobradamente capacidad de capear con esto. Nunca se han quejado oficialmente del Gobierno, aunque más de una vez habrían agradecido una ayuda en Argentina o Ecuador.
Ahora, viendo cómo se han agravado los acontecimientos en Libia, vuelve a ser pertinente recordar la celeridad con que actuó la petrolera española que, por cierto, no se siente cómoda con estos precios tan altos del crudo, contrariamente a lo que la gente pueda pensar.
Gracias a Repsol hay un contencioso menos del que preocuparse, en un escenario de tensión internacional. Con toda seguridad, este es un episodio más en el que el Gobierno puede tomar nota de las empresas españolas, algo a lo que se ha visto forzado con la actual crisis.
Nuestras empresas saben muy bien qué hay que hacer en casi todas las circunstancias, porque se juegan su dinero día a día en los países y mercados de todo el mundo. Consultarlas a ellas cuanto haga falta no es una señal de debilidad del Gobierno, sino de sensatez.
No debemos olvidar que España tiene líderes mundiales en muchos segmentos (banca, telefonía, servicios, distribución, energía...) y que, además de manejar la mejor información posible, poseen una capacidad de gestión imbatible. Que redunde de la mejor manera en los ciudadanos es algo a lo que el Ejecutivo no debe oponerse, sino al revés.
Editorial Estrella