El largo viaje

Ha ganado Alfredo Pérez Rubalcaba. Es el Secretario General del PSOE, logrando así un triunfo de extraordinario calado tras un largo viaje por la política española. Se suma, así, a la lista de hombres que a lo largo de la historia de España y desde que Pablo Iglesias fundara el partido en una taberna de la calle Tetuán, de Madrid, han representado las aspiraciones y los deseos de progreso de los trabajadores y de las clases medias españolas.  No sé si es el triunfo de continuismo o del cambio, sinceramente no me interesa. O dicho de otra forma, me da igual. Y eso es así, porque la política no es el producto de las declaraciones, sino de los hechos. Los discursos sirven para hacer vibrar las emociones, pero no encierran el potencial verdadero que todo proyecto tiene. O al menos muy pocos lo hacen.

Desde que asumiera el desafío de liderar la candidatura socialista en las elecciones del 20N, Rubalcaba ha evitado el discurso agrio, el del victimismo o la invitación a la emotividad. Se ha resistido a ello hasta el punto de desdibujarse y diluir el personaje que venía construido por su trayectoria y por la maldad de sus adversarios en la derecha.

Y por eso, quizá por eso, en las entrañas de la estrategia para el futuro se conserva la verdadera idea de qué hacer inmediato y no se ha desvelado con la torpeza de la exaltación o de la expresión emocional más allá de la razón. De Rubalcaba sabemos, sobre todo, que sabe. Y, por tanto, que algo tiene claro de cómo debe ser esto en el futuro, y que no está expuesto a las alegrías y lindezas de una reunión de la fraternidad.

Con esto quiero decir, con todo respeto, que lo que tenga que ser no sólo se ha decidido en Sevilla, sino que está en la capacidad de creación de estrategias y tácticas del líder recién proclamado. Y eso probablemente sea lo mejor, aquello que aún no nos ha desvelado y que tiene que ver con esa idea sensata de la socialdemocracia no resistente y sí con la visión de un socialismo moderno que interprete con inteligencia la evolución de los tiempos, la evolución económica, política, social y generacional de estos tiempos que ni son nuevos, ni distintos: son tiempos de dificultades, algo común a nuestra trágica historia nacional, y consustancial a la historia viva del partido socialista.

El caso es que siento un gran respeto por Alfredo, me voy a permitir tutearle, puesto que lo considero inteligente, capaz, sensato y dispuesto siempre al trabajo. Pero mi respeto trasciende lo político y se sitúa, también, en el plano estrictamente personal: creo que, a diferencia de lo que piensan muchos, es un buen tipo, una persona honesta, sencilla y trabajadora, con una vocación política similar a la de Churchill, por poner un ejemplo pomposo.

No he ocultado nunca este afecto por la persona y el respeto por el político. Y he reclamado en estas mismas páginas su trayectoria en Interior como un bien común de todos los españoles y su trayectoria en el PSOE como un valor de todos sus afiliados. Y he dicho que su mayor desafío sería desentrañar con quién va a jugar las cartas de la baraja que ha conseguido en buena lid en la votación de los delegados.

Su fina habilidad le ha hecho reconocer entre los suyos, a los mejores, como Elena Valenciano, cuya lealtad con el nuevo líder está hecha a prueba de bombas y se ha manifestado en los duros y difíciles momentos de su recorrido, desde el mes de junio, como aspirante a candidato a la Presidencia del Gobierno y como candidato a la Secretaría General. De Elena conozco su inteligencia y su habilidad, ya que he tenido el privilegio de verla trabajar, y su sensibilidad para entender el alma del PSOE que, por su larga militancia, se confunde con su propia alma.

Para que el PSOE sea ahora también un partido de gobierno, actual, limpio, moderno y adecuado a las verdaderas aspiraciones y necesidades de la gente, es preciso pasar de las palabras a la acción y poner el acento de la política en la sensibilidad de las familias y de las personas, las que creyeron el 20N en el PSOE y las que le dieron la espalda. Debe dirigirse con entereza, audacia e inteligencia a eso que tantas veces se olvida cuando se habla de política y que no es otra cosa que el pueblo español.

Mi felicitación sincera y afectuosa a Alfredo Pérez Rubalcaba y a Elena Valenciano.


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Rafael García Rico