El discurso de las contradicciones

Pronto pasarán las fechas de los buenos propósitos y volveremos a la realidad de las crudas verdades. Eso no impedirá que algunos días más sigamos la ficción que ojalá fuera una actitud cierta de la fraternidad y el buen juicio para con los demás. La buena voluntad navideña es efímera, sin embargo, se extingue al final de la frase que la expresa, se cae al vacío en la última sílaba pronunciada y se pierde en él hasta el año siguiente.

La buena voluntad navideña es efímera

Pero aún nos quedan oportunidades de manifestar ese esplendor afectivo, y será así hasta que la cuesta de enero sea una realidad que este año en vez de hacernos subir con dificultad por la carestía de la vida, nos empuje deslizándonos sin control hacia el abismo que, quién sabe, quizá sea en si mismo, este año nuevo que se nos avecina, que si no consta de cifra apocalíptica si cuenta con el regusto a gafe que se suele cocinar en nuestra patria.

El Rey en esto ha sido claro y oportuno. Se ha manifestado con la ya clásica habilidad de esta dinastía retornada en esta etapa democrática y poniendo al mal tiempo buena cara y haciendo de la necesidad virtud, se acomodó sobre la mesa para hablarnos de lo que ya sabíamos todos, pero puesto en orden conveniente y cuidando con extremado lujo la elección de las palabras para hablar de todo sin herir la sensibilidad de nadie.

El Rey en esto ha sido claro y oportuno

No le quita mérito haberlo conseguido con su diáfana sencillez, pues el ruedo ibérico anda revuelto en peleas intestinas de territorios y partidos, paisanos de a pie y virtuosos de la burocracia. Enfrascados unos en opinar sobre los asuntos de los otros nos hemos presentado todos ante la evidencia de las contradicciones que el Rey maneja con la habilidad de un ingeniero, el estilo de un artista, la magia de un alquimista: crecimiento y austeridad; unidad y diversidad, política y confianza. Contradicciones ejemplares de los males que nos aquejan tal y como las vivimos cotidianamente.

Ya les decía: nada nuevo, pero bien contado. ¿Expectativas? Ninguna, salvo la de ver a su majestad confiando más que nunca en sí mismo. Lo cual demuestra que de todo abismo si acaba por resurgir. Y, quién sabe, sin que medien para ello exclusivamente los buenos propósitos navideños.


Rafael García Rico