El desenfoque nacionalista de los extremos

En uno de los últimos plenos que se celebró en el Parlamento Europeo se introdujo un debate promovido por la izquierda europea sobre el peligroso auge de la extrema derecha en Europa

La mayoría de los intervinientes lo centraron en los dramáticos sucesos acaecidos en Grecia en meses pasados, donde un militante de izquierdas fue asesinado por un miembro de Amanecer Dorado. Este partido de extrema derecha obtuvo nada más y nada menos que dieciocho escaños en las últimas elecciones al parlamento griego, cuando cabe recordar que carecían de diputados en anteriores comicios.

Esta situación fue aprovechada por el eurodiputado nacionalista catalán de Convergencia para desplegar la artilleria en la cámara europea advirtiendo, según él, del peligro que está surgiendo en España por el crecimiento y avance de los grupos de extrema derecha españoles. Así, colocaba el ejemplo del lamentable ataque que se produjo en Madrid en la delegacion de Cataluña el día de la diada, coincidiendo con la cadena humana independentista que organizaron los nacionalistas independentistas en Cataluña.

En España la mayoría de los ataques, amenazas y coacciones provienen de la extrema izquierda

Desgraciadamente el diputado catalán mostró una parte distorsionada de la verdadera radiografía que sacude a nuestro país. Mostró una cara victimista y partidista, pretendiendo que los otros eurodiputados de las diferentes naciones llegasen a la conclusión que en España hay un gravísimo problema con los partidos de extrema derecha. Intentó dar una imagen falsa de la realidad española, de lo que pasa en nuestro país, en ese afán nacionalista de perjudicar y malmeter contra España, pensando burdamente que cuanto peor para España mejor para Cataluña.

Mi colega convergente omitió deliberadamente plasmar en esa radiografía que expuso en la cámara de Estrasburgo que en España la mayoría de los ataques, amenazas y coacciones provienen de la extrema izquierda. Y me remito a hacer un breve repaso de historia muy reciente de nuestro país.

Fue la extrema izquierda la que colocó hace algunos meses una bomba en la basílica del Pilar en Zaragoza, y fueron los mismos los que tiempo antes atentaron en la catedral de la Almudena de Madrid.
Fue la extrema izquierda la que se presentó bate en mano en la Universidad Complutense de Madrid destrozando todo lo que se les ponía a tiro en diversos despachos e hiriendo a varios estudiantes que les plantaron cara.
Fue la extrema izquierda quien explosionó y reivindicó hace varios meses tambien un artefacto explosivo en un ayuntamiento de Galicia gobernado por el PP.

Además no olvidemos que en septiembre quienes quemaron banderas nacionales y retratos de Su Majestad el Rey en Cataluña fueron miembros de grupos nacionalistas radicales de izquierda.

Y en mi tierra, en el País Vasco en estos últimos tiempos, los últimos episodios de kale borroka se suman a los insultos y amenazas a políticos populares junto con algunas sedes atacadas por los acólitos de ETA, organización terrorista y criminal de extrema izquierda como todos sabemos, instalada por algunos en las instituciones democráticas de este país, con lo que a otros nos costó ilegalizarla, y que erigen el hacha y la serpiente de los etarras a modo de bastón de mando como autoridades políticas y gubernamentales de miles y miles de vascos y navarros.

Y en los más recientes acontecimientos, fueron mayoritariamente miembros de la extrema izquierda, identificados por la policía, quienes cascote en mano, dirigían las algaradas del barrio de Gamonal en Burgos estos últimos días.

Esta es la realidad, esa misma realidad que nos coloca a España afortunadamente como uno de los paises de la Unión Europea con menor implantación de la extrema derecha. Solo hay que recordar que en países como Finlandia, Grecia, Hungría, Holanda o Austria  entre otros, la extrema derecha se mueve en porcentajes de voto entre el cinco y el veinte por ciento. En Francia las últimas encuestas reflejan que el partido de Le Pen, el Frente Nacional, podría ser el más votado, mientras que en España lejos están de llegar al uno por ciento del voto juntando todos los partidos de ese espectro social.

Lo cierto es, y no hay que negarlo, que los extremos se tocan, y hay que denunciar, rechazar y condenar todas las expresiones de violencia vengan de donde vengan. Pero debemos ser realistas y saber hacer diagnósticos certeros, porque de esta manera nos será a todos mucho más fácil poder buscar soluciones.
Los nacionalistas que quieren romper España insitirán en desenfocar la verdad, diciendo que en España hay un problema de violencia de la extrema derecha, pero ocultarán y esconderán, como todos sabemos, que esa violencia proviene mayoritariamente de la extrema izquierda y de los grupos radicales independentistas nacionalistas, jaleados y comprendidos lamentablemente en muchas ocasiones por los que se llaman nacionalistas moderados.

 

 

Carlos Iturgaiz