El ático

Supongo que ustedes ya lo saben: Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, se ha comprado recientemente un ático en Marbella. Con ello cumple el sueño de todo madrileñito, españolito e incluso europeíto, consistente en tener una propiedad con vistas al mar.

El problema es que el sueño se está convirtiendo en una pesadilla. Antes de tiempo. Resulta que para que disfrute de este ático dúplex de 500 metros cuadrados valorado en 770.000 euros, nos hemos tenido que enterar de sus más nimias intimidades: que si ya lo disfrutaba desde hace unos años, que si tenía un alquiler que se consideraba bajo, que si el propietario o lo que fuera residía en el pintoresco estado de Delaware, que si a su mujer le habían despedido con una generosa indemnización, etc. etc. Todo ello me produce cierto pudor.

Cumple el sueño de todo madrileñito, consistente en tener una propiedad con vistas al mar

Pero lo peor no ha hecho más que empezar, ya que la realidad dicta que estos sueños junto al mar, en ocasiones se convierten en una fuente de sobresaltos continuos. Lo que se proyecta como una culminación familiar y social, acaba siendo un tormento chino.

La cosa, en su caso, puede empezar por aguantar la curiosidad morbosa de los vecinos de la selecta "urba", así como por iniciar una onerosa relación laboral (no siempre satisfactoria) con los encargados del mantenimiento, seguridad y limpieza del maravilloso nido. Sigue por los excesivos y sorprendentes gastos de comunidad siempre en alza y concluye con los muy creativos impuestos municipales. Eso sin contar con la hipoteca que a estas alturas supongo que ya es lo de menos.

Además, existe un principio inalterable y objetivo: si ustedes desean dotar a sus descendientes de unas vacaciones familiares, no duden que en breve plazo, sus hijos e hijas se enamorarán perdidamente de personas que habitan en la otra punta del mapa, por lo cual les surgirá una inexplicable fobia a su ático, ciudad, clima o lo que sea, que hará imposible la convivencia con ellos. Por ello, aceptada su ausencia, los 500 metros cuadrados semejarán un desolado latifundio argentino. Es este un hecho merecedor de ser objeto de análisis por eminentes psicólogos.

"Nacho" empezará a odiar las paredes de su ático, causante de tantos problemas, sospechas, murmuraciones y dispendios

El señor González debe también prever que si pasa más de los 30 días de agosto en su ático, los medios de comunicación se lo recordaremos durante todo el invierno tachándole de vago y si piensa escaparse algún fin de semana, se encontrará que diversos electrodomésticos han dejado de funcionar, ya sea por humedad o por melancolía. Los urgentes arreglos más las incomodidades derivadas estos inconvenientes le saldrán mucho menos gratificantes que si hubiera reservado una suite en cualquier hotel de esos en los que todo funciona. Hasta el jacuzzi.

Por todo ello estoy convencido que "Nacho", pese a que el hombre se lo ha "currado", dentro de poco tiempo, empezará a odiar las paredes de su ático, causante de tantos problemas, sospechas, murmuraciones y dispendios.

Este será el momento clave para hacerle una oferta de compra. A la baja, of course.


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Paco Fochs