De la diferencia al abismo

Por el último informe Oxfam Interfom nos enteramos de que los 20 españoles más ricos acumulan una fortuna de 77.000 millones de euros, muchos más de lo que podrían sumar los nueve millones y medio de españoles con recursos más modestos. Pero no somos el primer país de Europa en el triste trono de la desigualdad: nos gana Letonia. Ahora bien, a poco que se empeñen Montoro y sus chicos, seguro que el año que viene no nos moja la oreja Letonia y pasamos a ocupar el brillante primer puesto en desnivel de rentas, ése que alimenta las revoluciones, desmotiva la producción y conduce la economía cuesta abajo, eso sí, convirtiendo a los muy ricos en riquísimos y a los pobres en miserables.

Una de las aportaciones positivas de la Dictadura fue que ensanchó la clase media. Sin una clase media mayoritaria hubiera sido imposible la transición, y el régimen del dictador no nos dejaba manifestarnos, nos metía en la trena si lo hacíamos y no había libertad, pero se fue consolidando una clase media, que es ese colchón social, que unas veces alcanza la burguesía y, otras, retrocede a lo que se denomina impropiamente  proletariado, porque prole hay poca en una España donde las familias suelen tener u  hijo o ninguno. La carga de los impuestos la llevan sobre sus espaldas las clases medias y los trabajadores, y quedan exentas las grandes fortunas y las grandes empresas, con la odiosa consecuencia de que la diferencia se ha convertido en un abismo. Hubo un tiempo en que el hijo del trabajador terminaba la carrera de Medicina y el nieto llegaba a ser accionista de una clínica, pero ahora lo más probable es que el hijo del trabajador consiga la licenciatura de Derecho y trabaje como becario por 600 euros al mes a las órdenes de una de las  compañías controladas por algunos de los 20 supermillonarios. Menos mal que las lumbreras del Gobierno están dispuestas a que la empresa pague por tickets de restaurante que les proporciona a los empleados. ¡Qué valientes!

Luis del Val