¿Cuánto cuesta una metáfora?
Mantengo un recuerdo muy intenso, como uno de esos momentos reveladores que te ofrece la escuela, de la aparición en mi vida de las figuras literarias. Siempre me han gustado los catálogos: de juguetes, de telas, de pinturas, de muebles, de cualquier cosa. Fue fascinante el encuentro con el catálogo que se abría ante mi tierna mente infantil cuando me presentaron las figuras literarias: aliteraciones, asindetón, hipérboles, sinalefas, ... tantos, tan variados, tan dificiles de distinguir y con esos nombres tan estimulantes, algunos de ellos impronuciables; y al frente y reinando entre todas, la Metáfora. Ya en la universidad, una nueva revelación fue conocer a Lakoff y su teoría sobre el pensamiento metafórico, cuya idea central es que la metáfora, más allá de ser un aspecto formal del lenguaje, nos permite estructurar unos conceptos a partir de otros. El lenguaje, las palabras, nos son tan cotidianas, tan consustanciales, que a menudo nos olvidamos de su importancia. El impacto que nos produce un buen libro, una función teatral e incluso un un buen anuncio, sin embargo, nos devuelve de repente a su importancia.
"Distancia siete minutos" es un puzle teatral en el que un personaje, una vida, un pasado, un presente y dos metáforas, nos permiten ver lo que ocurre en seis dimensiones
Cuando en una función teatral encuentro un texto bien construido en torno a las metáforas, me entra un subidón importante, la cabeza y el corazón comienzan a bullir al unísono e intensamente. Eso es lo que me ha pasado disfrutando, una vez más, de Titzina Teatro y su producción de título poco revelador pero muy insinuante "Distancia siete minutos". Un puzle teatral tragicómico en el que un personaje, una vida, un pasado, un presente y dos metáforas, nos permiten ver lo que ocurre en, al menos, seis dimensiones. La justicia, el destino, las elecciones de la vida, la felicidad, el suicidio son temas complicados de abordar, realidades complejas, con muchas aristas que requieren una profundidad en su tratamiento que no es fácil lograr. Paco Merino y Diego Lorca, tanto monta..., se ocupan de la creación de sus espectáculos de principio a fin. Desde el estreno en 2003 de Folie a Deux, su primer espectáculo, a éste último estrenado en otoño 2013, ha pasado una década, en la que nos han regalado cuatro joyas. Si el dominio de la interpretación había estado ahí desde el principio, en este último trabajo han dado un salto cualitativo en cuanto al texto. Siempre habían tenido muy claro lo que querían contar, pero aquí se han desarrrollado a lo largo y a lo ancho en el cómo contarlo. Es un placer disfrutar de la función y, sobre todo, de la evolución de un proceso creativo que ha llegado a una sólida madurez.
Titzina son una clara muestra de que la gestión de la cultura tiene que abordarse de manera poliédrica e inteligente. Se pueden realizar buenas producciones teatrales comerciales y de calidad, con repartos atractivos para un numeroso público y está muy bien. Pero las compañías con procesos creativos complejos, son imprescindibles, y es importante que se facilite su existencia y su presentación a todo tipo de públicos sin que sea necesariamente un lujo para unos pocos, es decir, a precios razonables.
Si nadie lo remedia, en breve, acudir al teatro será un lujo solo reservado para unos pocos
Los recortes, que al parecer ya hemos asumido todos como inevitables, se le han caido encima a las artes escénicas sin que se hubiera llegado al punto suficiente de maduración en el endeble entramado de apoyos a la producción, difusión y creación de públicos. El gobierno ha dejado muy claro qué opinión tiene de las artes escénicas, a las que ha definido como un artículo de lujo, un "pruducto" para el entretenimiento completamente prescindible. Las políticas impositivas, la reducción de las ayudas y hasta los propios programas supuestamente favorecedores, así lo demuestran. Si nadie lo remedia, en breve, acudir al teatro será un lujo solo reservado para unos pocos. "Se van a la mierda" la democracia y la democratización cultural y lo peor, es que parece que a nadie le importa.