Cuando la suerte que es grela...

Así arranca el célebre tango Yira Yira de Santos Discépolo, un canto a la desesperanza en buena medida aplicable a la situación política que toca afrontar. Y es que no cabe valorar de otro modo el panorama que el electorado tiene ante sí.

Es indudable que el Gobierno socialista atraviesa una fase de descrédito sin precedentes desde la victoria electoral del 2004. Su gestión económica no puede ser más desafortunada ni sus meteduras de pata más recurrentes; la última a cargo de la desdibujada ministra de Defensa, afirmando que las fuerzas armadas "no están para defender intereses empresariales privados". Curiosa forma de entender el desempeño público, donde las haya. No es extraño, por tanto, que las expectativas electorales del PSOE decaigan y, dicho en términos coloquiales, empiecen a tenerlo crudo para conservar suficiente apoyo y revalidar el poder.

Lógico sería, pues, que evolucionaran reforzadas las opciones del principal partido de la oposición, pero los populares dan cada día mayor sensación de estar empeñados en no recuperar la confianza que perdieron durante y sobre todo al final de la última legislatura bajo gobierno Aznar. No sólo, aunque también, porque las sucesivas revelaciones en torno al llamado 'caso Gürtel' están desvirtuando el atributo de rectitud que se les suponía en sus ocho años de permanencia al frente del país, sino por la pésima forma en que está afrontando el asunto su actual equipo de dirección, dominado por una especie de tancredismo difícil de comprender.

Por desgracia, los asuntos financieros de los partidos dejan bastante que desear. Hay ocultismo, despilfarro y un cumplimiento bastante laxo de la normativa, por no decir algo peor. Pero lo llamativo es que ninguno muestre voluntad de corregirlo, pese a los disgustos que suele darles. Todavía peor es su estrategia: negar todo y sólo ir reconociendo hechos cuando no les queda más remedio, siempre a remolque de la investigación.

En el escarmiento de las conductas corruptas o suficientemente sospechosas de serlo, vale más pasarse que quedarse corto, porque el principal activo tangible o intangible de todo responsable y partido políticos es inspirar confianza y credibilidad. Es en eso, precisamente, en lo que esta sociedad anda fatal de suerte: cuando tiene motivos para dejar de confiar en unos... los otros parece que hagan lo posible para dejar claro que tampoco son de fiar.

Enrique Badía