Crédito hipotecario, descrédito político

Pocos avisos y señales pueden ya por producirse para que los líderes de los partidos se tomen en serio el proceso de deconstrucción del modelo político actual. En política todo comienza y todo termina con la credibilidad. Y esta es la que se ha ido poco a poco, advertencia tras advertencia, por el desagüe del hastío ciudadano. Las encuestas apenas son un botón de muestra de la situación tal y como está. Pero nadie se da por aludido.

El último sainete ha sido el protagonizado por los dos grandes corriendo a buscar una solución plausible al drama de los desahucios, cuando medio millón de afectados han sido ya abandonados a su penosa suerte, incluida la muerte horrible de dos personas. Retumba en los oídos aquel discurso que decía que era imposible modificar la ley hipotecaria porque eso haría peligrar la solvencia del sistema financiero. Una mueca cruel: éste era ya una engañifa abstracta cuando las víctimas de la crisis eran una realidad con dramas personales, nombres y apellidos.

Eludir la responsabilidad en los bancos es otra ingenuidad. Las leyes se hacen el Congreso de los Diputados y se gobierna desde el Ejecutivo. No votamos a los banqueros, votamos a nuestros representantes para que legislen, formen mayorías, actúen. Esa es la dramática verdad de todo esto.

Cuando los jueces ya se han rebelado; los sindicatos, las plataformas sociales, hasta el SUP, piden que no se actúe contra los desahuciables y cuando hasta los cerrajeros se abochornan de su cometido, los partidos políticos se reúnen de urgencia buscando un acuerdo que amortigüe los efectos de la revuelta moral y social. Deberían disculparse –no pasa nada - y atender a los movimientos sociales surgidos al albur de esta terrible injusticia, los únicos que han construido su legitimidad a pie de obra. Lo que demostraría sensibilidad social sería dar trámite y estudiar la iniciativa legislativa popular, que se viene fraguando por colectivos de afectados mucho antes de que los partidos se dieran cuenta de la verdadera trascendencia de este problema.

El PSOE, al menos, debería hacerlo. Sería una gran oportunidad para empezar a cambiar las cosas.

Rafael García Rico- en Twitter @RafaGRico– Estrella Digital

Rafael García Rico