Corte de pelo preventivo
Recuerdo que cuando me llegó la hora de incorporarme a filas, tomé la determinación de cortarme el pelo en mi peluquero habitual y evitar así los posibles rigores del esquilamiento a manos de un soldado ejerciendo funciones de barbero amateur. La instrucción básica que le di fue que se aplicase con diligencia a fin de evitar que tuviese que ser objeto de un repaso adicional al llegar al cuartel. Supongo que subyacía en mi propósito una estúpida rebeldía del tipo “me corto yo el pelo, no vosotros”.
Algo similar parece estar haciendo el Gobierno de España con las medidas de ajuste económico. Desde que se anunció el rescate a la banca o línea de crédito o como lo quieran ustedes llamar, la obsesión del ejecutivo es subrayar que a nosotros no nos recorta nadie porque nos bastamos y nos sobramos para la poda. De hecho una de las cosas de las que más presumen nuestros dirigentes cuando regresan de Bruselas es de que superamos incluso las expectativas de quienes nos tienen que rescatar. Parece que el único objetivo de este ejercicio es que, si al final tenemos que ser formalmente rescatados, el gobierno pueda decir que esa ayuda europea no va a suponer la imposición de ninguna medida (la dichosa condicionalidad, que hay que ser cursi…), básicamente porque tales medidas ya han sido adoptadas. Así parecería que la Unión Europea nos ayuda a cambio de nada y que nuestra soberanía permanece intacta. Evidentemente este razonamiento constituye una suerte de insulto a la inteligencia y si, como me temo, su destinatario principal somos los ciudadanos como objetivo electoral, entonces se convierte en un insulto personal.
Así me vuelve la imagen del joven orgulloso de haberse rapado por sí solo antes de entrar en el ejército. Cierto es que me corté el pelo por mis medios, no en el cuartel, pero ello no quita para que la razón única de dicho esquilado fuese que así me lo imponían, no que yo lo hubiese decidido, amén de que probablemente me dejé el pelo más corto de lo que ellos lo habrían hecho. Por lo tanto mi pretendido ejercicio de rebeldía quedaba vacío de contenido y envuelto en lo absurdo. Es más, ahora con perspectiva, casi me parece más auténtica la situación que después vi en mi vida militar y que se parecía a la de la escena inicial de La Chaqueta Metálica, de Stanley Kubrick, en la que varios jóvenes de diferente pelaje van pasando por la maquinilla eléctrica para quedar convertidos en soldados.
Por eso recomiendo encarecidamente a nuestro Gobierno que no intente vendernos una falsa imagen de soberanía –que perdimos, para bien y para mal, cuando firmamos Maastricht y luego decidimos unirnos a una moneda única- y reconozca que en la situación actual solo nos podemos salvar con ayuda de la UE y esa ayuda exige como condición raparnos económicamente con la maquinilla de los ajustes presupuestarios. Y si nos cortamos nosotros mismos el pelo, antes y más, que sea a sabiendas, como señal de que preferimos como dice Melendi:
Ser como el calvo que se rapa
Al cero siempre la cabeza
Porque prefiere saltar solo
A que le empuje la certeza.
Juan Carlos Olarra-Estrella Digital
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Juan Carlos Olarra