Corriente alterna
Excelente trabajo, hijos de puta. Así gritaba la pancarta exhibida en el campo del Espanyol. Era el vasco Aguirre que regaló al espectador 15 minutos tensos, de ese fútbol que consiste en dividir los balones, correr detrás de ellos hasta alcanzarlos, chocar con el rival y poner el centro sin mirar atrás. Y acabar cada jugada con el desgarro de quien sabe que puede ser la última. Quince minutos en los que el Madrid volvió a ser el equipo reconocido de Anchelotti. Una berlina de gran lujo, que tarda en desperezarse, que transita sin violencia y aguanta el tipo, hasta que se agarra a un juego de combinaciones, a una travesura de Marcelo o la llegada inacabable de Ronaldo y su martillo.
Esta vez fue Karim, al que le llegó un balón de ninguna parte y lo controló sin matarlo del todo. Vio a Ronaldo con la nuca y le pasó la bola limpia, sin barro.
Cristiano falló. Ya tiene la velocidad y la aceleración. Cada pieza ha vuelto a su lugar, excepto el empeine, la más delicada de todas. Hoy se agitó, y movió todo el ataque con Benzemá danzando alrededor suyo, pero erró la mitad de los pases y falló todos los goles que tuvo delante, que fueron muchos y variados. Con el Ronaldo que nos presentaron, el madridismo se hubiera ido a dormir feliz y empachado, otra vez con aires de grandeza. De esta manera, fue un 0-1 pobretón, remachado por el zelgeist de Pepe a la salida de un córner. Y a sufrir los últimos minutos como si esperásemos noticias de una guerra inminente.
Las alineaciones del italiano, el madridista las mira con cierta cautela, atendiendo siempre a la línea de centrocampistas que cambia de hora en hora. Todos presienten que ahí estará la clave del rendimiento del equipo. Que ahí estará el quid de la competitividad del Madrid. Palabra vedada desde el 2004, que fue cuando los espíritus se posaron en otras tierras y en la nación madridista sólo quedó el miedo. Mou no acabó de espantar los demonios y aunque la táctica no sea exorcismo suficiente, todas las señales apuntan a que este equipo necesita tres centrocampistas y un par de guardias civiles para que cada partido no se convierta en una romería.
Fue Di María el elegido para el puesto de interior izquierdo. Tardó en acoplarse el argentino y su algoritmo aleatorio fue el diapasón del partido. Tuvo momentos de perfecta disposición táctica, yendo y viniendo por la banda de Marcelo, asociándose en corto, en largo, y sacando la pelota con lucidez; y también cayó en la precipitación, con entregado a la locura momentánea como si quisiera adelantarse a la jugada y acabarlo todo antes de empezar. En la segunda parte dejó alguna jugada memorable, como un pase instantáneo en el que el balón cayó 50 metros más adelante, en el empeine de Cristiano que estropeó la obra de arte con un disparo obtuso. Y dejó una predisposición magnífica para adueñarse de los espacios en su zona y conectar sin dilación con el frente de ataque. Di maría, jugador inexpugnable a cualquier análisis, que es capaz de ganar y perder un partido en una cabalgata por la banda. Quizás, atado a un rol concreto y lejos del área -pero cerca del ataque- haciendo de Khedira por la izquierda, ayudando a tapar la vía de agua que deja el jolgorio continuo de Marcelo y disparando las contras en todas direcciones, sea compatible con la idea de Ancelotti y dé electricidad y quite al centro del campo.
O tal vez no.
El caso es que ya se había celebrado la mitad del juego, y el equipo rival no se había asomado ni de lejos al área de Diego López. Sólo las embestidas de Córdoba, un oscuro colombiano de tremenda energía, inquietaban a los centrales blancos; pero era rápidamente rodeado y desarmado por la defensa y la madre auxiliadora de todo cuanto acontece en el campo: Modric. Un jugador que todo lo abarca y todo lo mejora. Destinatario del primer pase de Xabi – que recula y recula, pero bien acompañado sigue siendo el armador del equipo-, es el instinto del juego madridista. El que se planta en tres cuartos con un amago fuera de los libros, espera a Benzemá, y se reúnen a las puertas de la jugada sobre la que se abate Cristiano. El que hace girar el campo a su alrededor. Máximo dirigente de este Madrid y hombre elástico que se filtra por debajo de las puertas. El que absorbe el balón justo y conoce las reglas de los espacios. Incluso se lleva con Bale, hoy otra vez demasiado alejado de donde pasan las cosas, apenas dejó un detalle y parece que Ancelotti deberá reubicarlo o pasarle la mano por el lomo para que se le vaya la añoranza o lo que sea que le ata las patas. El hombre sigue pensando y eso no puede ser bueno.
Pepe saltó con la rabia suficiente y el balón entró limpio. Tanto, que algunos sospechan de la Santa Alianza. A partir de ahí, el Madrid sin darse al contrataque empezó a utilizar las transiciones rápidas para saltarse pasos y acabar con dos golpes con el adversario. No acabó de funcionar por los cientos de goles que Ronaldo falló, pero la jugada aparecía con facilidad y eso es sinónimo de equipo sano o muy cerca de la curación. La defensa, con el punto de agresividad justa, percutía contra el espanyol como si fuera un arrecife móvil. Incluso Marcelo estuvo al quite y su desempeño provocó diferentes reacciones en la hinchada. La parte escéptica, los que están de vuelta de todo y se agarran al paño del Madrid más por descarte que otra cosa; ven en Marcelo a la forma (redondeada) por la que el caos entra en el equipo. Dicen que está destensado y ha perdido el flow. Hoy no lo parecía y sin provocar pánico (en cualquiera de las dos porterías), se plantaba con facilidad a las puertas del área donde –ciertamente- se le agarrotan las ideas o la técnica en el momento definitivo.
Más allá del minuto 70 el Madrid comenzó a sentir ansiedad por las ocasiones falladas –que se amontonaban en los márgenes del partido y provocaban dolor- y el balón salía despedido de la defensa de cualquier manera. Quizás tuvo que salir antes Illarramendi, pero el partido tenía una tensión peligrosa y era difícil reordenar las piezas. Carlo exigió tranquilidad desde la banda y se volvió al estribillo principal. En la penúltima jugada, donde Cristiano se fue a por su gol y no quiso ver a Jesé, solo como una folklórica pero sin galones para pedirle el balón, hubo un conato de nerviosismo en el equipo, una serie de rebotes que nadie acababa de despejar, llevados por una mímica de cine mudo que a veces aqueja a los defensores en los momentos claves, y dos caídas y una persecución después, el balón le llegó botando a un señor con rayas azules que disparó 10 metros a la izquierda de la portería de Diego López.
Hubo una carrera más contra el cronómetro y el fin, acogido con júbilo por los madridistas que fueron actores únicos de un partido dominado a latigazos y bisutería en la pegada. Y un hallazgo: Di maría en puestos interiores rompiendo al rival y equilibrando las dos partes en las que se divide el campo.
Ficha técnica
Espanyol: Kiko Casilla; Javi López, Colotto, Héctor Moreno, Fuentes; Raúl Rodríguez; Torje (Lanza, m. 65), Víctor Sánchez, Àlex (Simão, m. 65), Stuani (Pizzi, m. 83); y Córdoba.
Real Madrid: Diego López; Carvajal (Arbeloa, m. 91), Pepe, Sergio Ramos, Marcelo; Modric, Xabi Alonso, Di María; Bale (Jesé, m. 76), Benzema (Illarra, m. 89) y Ronaldo.
Gol: 0-1. M. 55. Pepe.
Árbitro: Teixeira Vitienes. Mostró tarjeta amarilla a Modric y Córdoba.
Cornellà-El Prat. 32.131 espectadores
Ángel del Riego