Brindis en Arganda
Ya sabíamos lo del dolor, nos faltaba lo de la burla. Rajoy se va de fiesta; sus partenaires serán los de Madrid: aquellos a los que discute el euro por receta o de quienes recelan por su reforma sanitaria. Los que exigen responsabilidades a Botella y los que denuncian la tibieza del ministro del Interior cuando gestiona los asuntos vascos.
El club de baile está en Arganda. Bonito para acariciarse a la luz de la luna; y un paraje de guerra
El club de baile está en Arganda. Bonito para acariciarse a la luz de la luna; y un paraje de guerra. Hace no tanto, españoles de corazón morían entregados a sus ideales en las riberas del Jarama; unos defendiendo esto, los otros, aquello. Murieron, también, americanos e italianos venidos a más en el choque de ideales de la contienda. Gana mucho esta Tierra de España, que retrató Jori Ivens, cuando el presidente y la lideresa y el interino y los corifeos de turno se jactan, quién sabe, en su intimidad, de las copas navideñas parcelando, es un decir, mentalmente, quizá, los negocios de la Gürtel.
¿Se rifarán terrones en los postres? Sortearán salvoconductos que ayuden a cruzar las líneas. Aquí ya no hay líneas rojas, esa horterada tan frecuente en el lenguaje de los políticos que tenemos la desgracia de soportar, sino líneas de demarcación: unas diferenciaban los ideales postreros de los que soñaron España según los sueños de sus ideas; otras, las del negocio que investigaron los jueces y que llevaron a dimitir al ocupante, el de la alcaldía.
No importa, es Navidad. La copa se superpone. Eso es lo importante. Brindis por nuestras emociones que no son tan lejanas: aquí se libra otra guerra, en esta misma España, la de los españoles por la supervivencia. Pero eso que importará.
Rafa García-Rico - en Twitter @RafaGRico - Estrella Digital