Aúpa

La semana de selecciones es un vacío inhóspito en la corriente temporal del Madrid contra el orden general de las cosas. En esos días larguísimos sin pan, el pueblo aprovecha para evadir impuestos, derrocar constituciones y escuchar todas las tertulias posibles, que se comen la realidad y la defecan en perfectos cuadrados sin significado, ideales para decorar la sala de estar de la sociedad civil. Primero se habló de Isco. Pequeña maravilla andaluza que se ha hecho carne en el Real y cuando ha saltado de los televisores a la cotidianidad de la familia española -selección mediante-, se ha hecho inocuo y previsible. Puesto que es un mago, saca continuamente conejos de la chistera. Lo raro sería que dictase autos en la audiencia provincial. Modric, de la misma estirpe, pero en secreto ya que pertenece a un país remendado; fue alcanzado por un rayo y estará media temporada recuperándose. (El madridismo agita el puño). Y cuando los matrimonios estaban al borde de la ruptura de tanto hablar de lo nuestro, llegó Xabi Alonso en ayuda de la nación (siempre son los vascos), y mantuvo el tono de la cháchara a un nivel de supervivencia hasta el siguiente partido del Madrid.

 Parece que era Di María el que desacompasaba el juego del equipo

Xabi dijo nosequé sobre Neuer, con vehemencia suficiente para que en el fuera de campo apareciesen los vengadores de Casillas. Una portada lisérgica del Marca, avisando de la traición, hizo el resto. Realmente en la calle, o en los bares (palpando el ambiente, como si fuera una doncella), no se habló mucho del asunto. Fue sobre todo un pleito entre periodistas. Señorones, los del periodismo deportivo, que tienen secuestrada la voz del futbolista, y exigen pureza a los jugadores y a las instituciones, cuando son ellos los que se inmiscuyen en el lugar más dulce de todos, -la relación de un jugador con la hinchada-, para manipularla según sus intereses. Xabi se fue, es sabido, a última hora a comulgar con el divino. Dejó algo desvestido al centro del campo, pero hubo arreglo. Algunos dicen que se juega mejor desde su marcha, aunque parece que era Di María el que desacompasaba el juego del equipo. Xabi le daba más poso y tapaba todos los ángulos ciegos, y Kroos, convierte el centro del campo, en un mecano más flexible y ligero, donde todos se van moviendo aprovechando las casillas vacías que provoca la asociación constante en torno a la pelota. Al hincha  le fastidia el libre albedrío del futbolista, ya que el hincha es un amante siempre fiel a su equipo y le pide esa relación  en la tristeza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, a sus jugadores favoritos. Esa realidad es aprovechada por el periodista para infectar la herida. El caso es que no es fácil ponderar el peso de Alonso en el madridismo. Gran jugador siempre, pero algo frío, en tiempos donde se necesitaba un mediocentro que fuese razón futbolística (que sí lo fue) y zelgeist (que no) del Madrid. Quizás Cristiano estiraba demasiado el campo, Casillas tenía demasiado peso en al tramoya, o Xabi no quiso exponerse a los rayos gamma en las luchas de poder de vestuario; pero no fue ese medio centro dominante sobre el juego y el estado de ánimo hasta el final. Hasta su última temporada. Cuando volvió de su lesión, el impacto en el equipo fue cataclismático. El fútbol suele necesitar que lo sutil se rompa para que aparezca lo obvio. Y Xabi fue reconocido por la hinchada y sus propios jugadores, como la razón, el orden y el compás del equipo. Esos seis últimos meses lo auparon de gran profesional a mito en ciernes. Fue el jugador más importante  contra el Bayern de Múnich. Esa victoria que puso al Madrid otra vez en la órbita de los deseos de la afición. Y una vez llegado al altar mayor; Xabi, se dejó caer.

Al otro lado, están los jugadores que desde el principio se embadurnaron de mito. Ya sea por su pureza de sangre (Raúl), por su españolidad recalcitrante (ramos), o por un estado indefinible entre la tiranía y la belleza (redondo, hierro). Estos jugadores-nación, mandan hasta más allá del reglamento y se dan al equipo para que el equipo abreve en ellos. A veces eso hacen. A veces eso cuentan. No es fácil discernir entre su juego y el relato sobre su juego. Cuando el arco de sus carreras descienden, se cobran la deuda. Y ahí el mito los embrea como si fueran cormoranes bañados de petróleo. Todavía hermosos desde lejos. Feos y pesados de cerca, con sus funciones atrofiadas; impermeables a la luz. Xabi se fue unos segundos antes de que esto le sucediera. Pero la decadencia forma parte de la fábula. Si es demasiado larga, demasiado obvia, se convierte en esperpento. Si el jugador se va antes, eso parece una huida.

Carvajal no es un jugador hermoso, pero hay conducciones suyas entre las mejores que se han visto

Ahí está Casillas, después de Mourinho, después de Diego López, después del referéndum y del envejecimiento de su niño interior y de la catástrofe del mundial, fue silbado y no dio una a derechas, perdió el halo y los pasos mágicos en el área, pero ahí está. Mírala, mírala. Ahí sigue, como patrimonio nacional exento de impuestos y desde que Messi se diese de bruces contra su rodilla, ha vuelto a su profesión antigua de portero. El partido había empezado así asá para el Madrid, todos algo cansados por la semana de selecciones, en un campo lleno de trampas para conejos, bajo la mirada de un par de edificios de protección oficial lleno de carteles de Euskal Presoak. Los jugadores del Éibar hacían lo que se supone se debe hacer para ganar a un gigante. Correr todos unidos, hostigar con piedras y palos a los centrocampistas, y buscar con ahínco las espaldas de los laterales, tan volubles, que tiene el Real. Isco hacía lo de Modric pero se quedó a medias. No se atoraba en la bata de cola, pero ese fluido rosa del croata se quedaba en un simple traslado inteligente del balón. Todo era demasiado esforzado, como si la gravedad del campo fuera otra y los madridistas tuvieran que jugar con un peso mayor. Sólo Bale iba y venía deshaciéndolo todo a su paso. El galés se adentra en el área sin un rasguño y con un silencio a su alrededor tal, que en ocasiones no lo advierten ni sus propios compañeros. Pero por diferentes razones, hoy sus jugadas acabaron en el vacío. En la segunda parte pareció que su magnífica primera mitad había sido borrada del tiempo. Se dejó llevar. Eso es algo que lo separa de Cristiano.


De repente, Carvajal rompió por el centro y abrió para Cristiano que se metió con violencia en el área. Hubo una carambola y varios fuera de juego. El balón anduvo por el aire hasta que James lo bajó a la red. El público se dividió: la mitad aplaudía al equipo del gobierno, la otra mitad se regocijaba con la inutilidad de la justicia española. El campo estaba pleno de Ikurriñas y chavalada en edad de correr delante de la policía, pero no hubo insultos ni mal rollo. La cuestión abertzale, parece sin la sangre, una forma de identidad más. Algo de rebeldía, cuarto y mitad de minoría étnica y unos cuantos símbolos para diferenciarse de otras tribus urbanas. Lo que le falta a la bandera vasca es un patrocinio, y entonces servirá para vender una forma de vida más cercana al terruño. El peinado ya lo tienen. Y es más original que las barbas de los gafapastas, al fin y al cabo, importadas de Estados Unidos.

Acto seguido al Madrid le descosen la espalda en una contra y Casillas pone una pierna magnética contra el disparo del delantero. Justo en el momento donde se decide si la escalera del partido es de subida o de bajada, Iker dio los pasos justos delante del jugador rival y se estiró sin alegorías milagreras. Fue una gran parada. En el bar, sus partisanos volvieron a alzar la voz, y sus detractores se fueron a la sombra esperando una nueva oportunidad. Es el zumbido eterno del Madrid. 

Fue un partido que quizás hace un par de años se hubiera perdido, por intentar destruir el muro a patadas

El Real se cosió al juego de una forma más natural, con los contrarios muy por detrás de la línea de medios y se sucedieron las ocasiones. Poco antes del fin de la primera parte, una carrera muy apurada de Carvajal acabó en un centro hacia Cristiano que trazó una diagonal exacta. El portugués le pegó mordida y fue un gol nacido del error. Esa también es una diferencia con el galés. Uno necesita una línea muy pura que le lleve hacia el gol. A Ronaldo le vale todo. Lo torcido, lo capado y lo exuberante.

Carvajal estuvo bajo el foco todo el partido. Dejó la puerta abierta cada vez que subía, y buena parte del viento del Éibar entraba por ahí. Pero en ataque sajó la defensa vasca con un puño americano. Carvajal es otro de los de más allá de la razón. No es un jugador hermoso, pero hay conducciones suyas entre las mejores que se han visto. Sus centro al segundo palo mejoran día a día, y los rasos fueron buenos desde el principio. Deslavazado e irracional en defensa, siempre salva un gol en el momento en el que se puede abrir el partido. Tiene cara de mala uva, pero sabe controlar sus nervios según van pasando los minutos. Su silueta es peculiar. Un minotauro contrahecho, de secano. 

En la segunda parte, el Éibar siguió luchando como si tuviera posibilidades de salvarse, y el Madrid vivió cómodo, con las líneas más abiertas y Kroos dominando los caminos con esa exactitud celeste suya. El resto estuvieron en sus papeles, incluso el árbitro, y los goles cayeron sin mucho énfasis; como si fuera necesaria una goleada para poder gritar que el Madrid había jugado otro gran partido. Algo que no fue del todo cierto. Al Éibar le falta un vengador tóxico, como Ballesteros, que galvanice la ira del pueblo, pero su encuentro fue el adecuado, en una prosa sencilla, sin el alarde final. El Madrid se dejó llevar a ratos, y dominó cuando sus jugadores se cerraron sobre de la pelota. Un partido que quizás hace un par de años se hubiera perdido, por intentar destruir el muro a patadas, en vez de decir el ensalmo justo. O el más eficaz.

ÉIBAR, 0 - R. MADRID, 4

Éibar: Irureta; Bóveda, Albentosa, Ekiza, Abraham: Errasti, Dani García; Capa, Arruabarrena (Lekic, m. 78), Saúl (Javi Lara, m. 78), Manu del Moral (Ángel, m. 71). No utilizados: Jaime, Añibarro, Nieto, Boateng.

Real Madrid: Casillas; Carvajal, Pepe, Ramos (Varane, m. 73), Marcelo; Kroos, Isco; Bale, James (Coentrao, m. 78), Cristiano (Arbeloa, m. 84), Benzema. No utilizados: Navas, Nacho, Khedira, Chicharito.
Goles: 0-1. M.23. James Rodríguez. 0-2. M.43. Cristiano Ronaldo. 0-3. M.70. Benzema. 0-4. M.83. Cristiano, de penalti.

Árbitro: Fernández Borbalán. Amonestó a Irureta, Albentosa, Errasti, Arruabarrena, Ramos, James.

Ángel del Riego