¿Algo grave está a punto de ocurrir?

De otro modo no se entiende que se haya repetido el esquema del pasado mes de mayo y que Zapatero haya anunciado una serie de medidas económicas y presupuestarias, algunas de ellas de importante impacto social, apenas dos días después de haber manifestado de forma expresa y tajante que no habría más ajustes.

Tampoco se comprende que el anuncio de este paquete tan heterogéneo haya tenido lugar en el seno del intercambio dialéctico de la sesión de control en el Congreso de los Diputados, trámite normalmente rutinario y poco adecuado para semejantes menesteres.

Es igualmente complicado adivinar por qué el Presidente del Gobierno ha decidido cambiar bruscamente su agenda internacional, que hace pocos días se presentaba como un catalizador de nuestra recuperación económica por la vía del crecimiento de nuestra actividad comercial y empresarial en el exterior.

Es ciertamente difícil desentrañar las razones por las que dicha cancelación de los compromisos en el extranjero haya alcanzado a un acontecimiento tan significativo como la cumbre iberoamericana del próximo fin de semana, cuando dicho foro y sus encuentros han constituido desde su creación una de las líneas estratégicas de la política exterior española.

Tampoco resulta fácil especular sobre los procesos mentales y emocionales que habrá tenido que atravesar el Sr. Zapatero para adoptar una de las políticas que la progresía al uso considera una auténtica herejía, como son las privatizaciones. Lo más significativo es que las decisiones de privatización parcial parecen estar tomadas más sobre la base de las expectativas de recaudación que sobre la conveniencia o no de que tales actividades (juegos de azar y navegación aérea) sean desarrolladas en el marco del control público.

No es mi ánimo criticar las medidas anunciadas. Bien al contrario, considero enormemente positivo que se reduzca el tipo medio de tributación de las PYMES en el Impuesto sobre Sociedades y me parece un logro histórico que se suprima ese club de afiliación obligatoria que son las Cámaras de Comercio en España. Tampoco puedo criticar medidas de extrema dureza pero que ponen de manifiesto la realidad en la que nos encontramos, como la supresión de la ayuda a parados de larga duración, que no es sino la admisión expresa de las limitaciones de la capacidad protectora del estado de bienestar.

Simplemente manifiesto mi honda preocupación por las circunstancias de tiempo, modo y lugar en las que esta nueva batería de medidas ha visto la luz y que hacen pensar que la gravedad de la situación es mucho mayor que lo que se pretende hacer ver. Comprendo que la obligación de un gobierno es transmitir confianza y contribuir al mantenimiento de la calma, pero no estoy seguro de que este sea el camino. Y el macropuente, a la vuelta de la esquina.

Juan Carlos Olarra