Adiós Madiba

Hablar hoy de la muerte de Nelson Mandela, es poco original y seguramente estas palabras, hilvanadas rápidamente nada más conocerse la noticia, no signifiquen nada, porque las mejores plumas del mundo  recordarán con  maestría y talento  al único mito viviente que le quedaba al planeta. Su figura ha sido y sigue siendo respetada hasta para los que durante años se consideraron sus enemigos  y  su marchan nos deja a todos más huérfanos y al mundo menos justo.

Mi hija Itziar me recordaba, hace unas horas desde Houston, a través de Facebook, el último mensaje del líder sudafricano en Twitter. "La muerte es algo inevitable. Cuando un hombre hecho lo que el considera como su deber para con su pueblo  país puede descansar en paz. Creo que hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré por toda la eternidad" .

Tuve ocasión de conocer a Mandela en una visita que realizo a España en 1991 y aunque intente entrevistarle, sin éxito, recuerdo muy bien como me impresiono el personaje .Apenas cruzamos un saludo protocolario, suficiente para notar la fortaleza de  su mano al estrechar la mía, la franqueza de su mirada y la dignidad en su forma de caminar. Lo que más me impresiono no fue tener delante de mi a uno de los hombres más grandes del siglo, o al  gigante que había aguantado  sus 27 años de cárcel sin renunciar a la reconciliación con sus vedugos.  Lo que más me  impresionó fue su sonrisa franca y abierta  ,que al mirarle insuflaba sosiego y paz. No era el personaje, sino el hombre, el que me hacia temblar hasta el punto de que no he podido entender mi propia letra en el cuaderno de notas de aquel encuentro, que conservo como oro en paño.No era el personaje, ni  siquiera era la víctima del siniestro sistema del apartheid el que me hizo vivir  con enorme emoción, una de mis mejores experiencias como periodista,  era el hombre el que me impresionaba. Su imagen de persona integra, imperturbable, el recluso 46664 de Robben Island, el  luchador infatigable que consiguió arrodillar a los poderosos, el mito viviente  pero sobre todo el hombre,  ese hombre  sencillo  afable y dulce ,al que tuve ocasión de saludar sólo un instante pero cuya imagen mirándome fijamente a los ojos y sonriendo mientras  estrechaba con fuerza  mi mano jamás podré olvidar.

Cuenta mi querido colega Javier Valenzuela como fué uno de sus primeros  encuentros con Madiba siendo corresponsal de El País en Johannesburgo: "Cuando Nelson Mandela se despidió ayer del grupo de periodistas extranjeros con los que había desayunado en un hotel de Johannesburgo, estos mandaron  al diablo la regla del imparcialidad profesional rompiendo aplaudir. Saludaban a uno de los grandes personajes del siglo y al milagro que encarna: el de una Sudáfrica libre y multirracial". Algo similar viví yo en España y aunque aún no  se había convertido en el primer presidente democráticamente elegido en Sudáfrica todos intuíamos que sería así.  De hecho,  alguien le dijo que sería el primer presidente libre de su país y el sólo sonrió sin pronunciar palabra. Sólo cuatro años después el 27 de abril de 1994 Sudáfrica celebró sus primeras elecciones multirraciales incluyendo el derecho al voto de los ciudadanos negros". Mi lucha abarca tanto el racismo hacia las gentes de color como racismo de estas hacia la población blanca. Quiero una libre y democrática en la cual todos vivan  en igualdad de condiciones y oportunidades. Si para conseguirlo debo  morir, estoy preparado". Descanse en paz ese hombre grande,  que  superó con mucho a su propio mito. ¡Qué maravilloso oficio el de periodista que te permite conocer a personas así!.

Esther Esteban