Adiós, 2012, adiós
Se va 2012, nos deja. No sé si teníamos alguna expectativa sincera con respecto a él y, por tanto, no sé si nos ha defraudado o nos ha dejado el amargo sabor que preveíamos. Creo que no ha servido para nada, que 2012 ha sido desagradable e infernal. Y que ni siquiera ha cumplido la previsión de provocar el fin del mundo en su senectud. Un fiasco, 2012. Sin duda. Porque si al menos hubiera sido el fin del mundo pues vaya, hubiera tenido cierta gracia que frente a tanto ordenador y tanta inteligencia moderna, el misterio maya se hubiera impuesto. Pero ni eso.
Rajoy ya nos ha advertido: llegaremos a los seis millones de parados, sufriremos aún más la crisis
Se va dejándonos el frío del invierno y anunciándonos un año nuevo igual de propicio. O peor. 2013 será otro año para el olvido, me temo. Por lo menos en España. Rajoy ya nos ha advertido y lo ha dejado muy claro: llegaremos a los seis millones de parados, sufriremos aún más la crisis. Subirán precios de servicios, tasas e impuestos. Pagaremos por respirar, pagaremos por sentir. Pagaremos, incluso, por pagar. Me temo. Si al Gobierno le dejaran, pagaríamos por ocupar la acera, aunque bien mirado ya pagamos por las aceras. Pagaríamos como personas inmuebles, o como seres muebles, nunca se sabe.
El lenguaje del cobro es infinito, y el del pago no tiene fin. Son tal para cual, porque son iguales, lo único que los diferencia es el lado en el que te colocas. En un fusilamiento todos participan pero el único que no se va después de cañas es el reo de muerte. Pero todos participan, sin duda. Incluso el sacerdote. Como Rouco, preocupado por el matrimonio, mientras las bases diocesanas lloran la amargura de atender diariamente a la pobreza. Los príncipes de la Iglesia no se reconocen en los nuevos misioneros urbanos, que son los que luchan contra el infierno en esta misma vida con el evangelio de sus obras. Cada mano de Cáritas lava los pecados de una jerarquía ociosa, prepotente, distante y absorta en su ensimismamiento.
Ojalá no nos falten los hombres y mujeres venturosos que llenan su corazón ayudando a los demás
En España la Iglesia siempre ha estado politizada. Gomá saludaba a la cruzada y bendecía las ametralladoras franquistas. Tarancón apuraba los márgenes del lenguaje para condenar las resistencias del franquismo al cambio. El Vaticano II sucedió a la doctrina social de León XIII, y pensaba en las personas de carne y hueso más que en los arquetipos de santidad. Los curas obreros hicieron de las sacristías células antifranquistas porque vivían el dolor de su pueblo. La Iglesia y el pueblo, un asunto complejo.
Ahora el hambre y la miseria se ceban con más de un veinticinco por ciento de las familias españolas, según estadísticas oficiales. Y sólo Caritas, que apenas percibe un mínimo porcentaje del presupuesto, se enfrenta con principios morales y evangélicos a la pobreza descarnada.
2013 será un mal año, lo ha dicho Rajoy. Ya ven, los de arriba lo predicen, nosotros lo padeceremos porque estos nuevos amos no son como los mayas: aciertan.
Aun así, confío en el futuro y renuevo mi esperanza. Feliz 2013, y ojalá no nos falten los hombres y mujeres venturosos que llenan su corazón ayudando a los demás. Harán falta más que nunca.
Rafa García-Rico - en Twitter @RafaGRico - Estrella Digital
Rafael García Rico