A vueltas con el ático

Después de un año de silencio vuelve a la palestra el ya famoso ático de Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid. Horas después de conocerse el auto de la jueza por el que, en definitiva, se quita el asunto de en medio, González compareció en rueda de prensa. Indicó que el auto en cuestión no añade nada, ni nada concreta y mostró su sorpresa de que después de un año de silencio, ahora, de nuevo, el asunto del ático vuelva a la palestra.

 

No debería sorprenderse el Presidente de la Comunidad de Madrid. Cuando uno entra en un papel judicial, el silencio no significa desaparición ni olvido. Como un tribunal, un juez entre en tu vida se convierte en un acompañante sombra. Ahí está hasta que el asunto se sustancie de manera definitiva. No debería sorprenderse y además, soy de las que creo, que González, en el fondo, debe estar agradecido a la jueza. No porque crea que es culpable de nada, puesto que mientras no se demuestre lo contrario es tan inocente como el que más. Debe estar "agradecido" porque el más que escueto auto por ella dictado es un auto en el que todo es supuesto y en el que se detecta que no se ha hecho -ignoro los motivos- el menor esfuerzo por establecer una conexión de hechos o circunstancias que en sí mismas sean susceptibles de delito. Es un auto tan perfectamente recurrible como el del juez Torres contra la infanta Cristina o el de la jueza Alaya contra Magdalena Álvarez. En todo caso y esto resulta llamativo la jueza de Estepona podría haber llamado a Lourdes Cavero, mujer de González. Ella no está aforada y además es la dueña del 80% del inmueble en cuestión.

Ignacio González ha hecho públicos todos los documentos que acreditan -mientras nadie diga lo contrario- la licitud de la compra del inmueble, pero el fiscal tiene razón cuando habla de opacidad que en principio no está en los compradores, sino en el vendedor que, ciertamente, no es un vendedor al uso y es aquí, en estas cuestiones, en las que los políticos deben tener especial cuidado. Ni pueden ni deben vender o comprar a nadie que no tenga nombres y apellidos libres de toda sospecha. No deben ni pueden tener amistades peligrosas. No pueden ni deben hacer nada que sea necesario explicar. La política tiene sus exigencias y la justicia sus normas y sus tiempos, siempre lentos y por tanto perjudiciales para las personas afectadas. Cuando de justicia y de posibles delitos se habla, es mejor no ser temerario.

No llegar a conclusiones anticipadas o que no se puedan probar. Sin embargo, cuando de lo que se habla de política no debe haber límites para la exigencia y la transparencia. Intuyo que en el asunto del ático en cuestión, el problema no está en el origen del dinero con el que se pagó. El problema político y mediático está en a quién se compró y eso es harina de otro costal aunque todo recaiga en el de Ignacio González.

Charo Zarzalejos