A propósito del sindicalismo español
A propósito del protagonismo que están teniendo los sindicatos este verano me ha dado por hacer una serie de consideraciones y preguntas en torno a esa actualidad sindical. Por ejemplo, ¿de qué vive el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) que ahora bien podría llamarse Salteadores Andaluces de Tiendas? ¿De dónde saca para tanto como destaca? Porque no creo que sea de sus afiliados. Entre otras cosas, porque se declaran ‘parias de la tierra’. Tampoco es posible, en estos tiempos, vivir del cuento porque ya nadie da euros a diez céntimos. No queda más remedio que pensar, entonces, que viven de las subvenciones del Estado. O sea que Mercadona, por poner otro ejemplo, paga impuestos al Estado para que el Estado le dé al SAT unos dineritos para que organice asaltos a Mercadona. Asombroso. La cuadratura del círculo. Rojo por supuesto. Y, encima, los tíos van por la vida de elegidos… Es el timo mejor montado del mundo.
Pero dejemos a los Salteadores Andaluces de Tiendas y cojamos al Sindicato Unitario CCOO-UGT que ahora andan reuniéndose con Rajoy y con el Rey y amenazando con pedir un referéndum. Algo impropio de un sindicato, por otra parte, ya que esa función no está recogida entre las que le confiere la Constitución.
Pero asumamos pulpo como animal de compañía porque a mí lo que me interesa saber es otra cosa. Por ejemplo, ¿es verdad que existen 100.000 liberados en las empresas públicas y privadas y en las Administraciones central, autonómica, provincial y municipal? ¿Es verdad que 100.000 tíos viven sin pegarle un palo al agua por ser del sindicato?
¿Cuáles son los datos reales de los sueldos de sus dirigentes y la cantidad exacta de las subvenciones que directa o indirectamente reciben de las cuatro Administraciones? Si se lo estamos exigiendo a los bancos intervenidos con dinero público, ¿por qué no vamos a hacerlo con quien también recibe dinero de todos?
¿Es posible conocer el patrimonio inmobiliario que tiene así como sus empresas y chollos varios?
Si no nos lo dicen, ¿a qué viene, entonces, esas exigencias que están llevando a cabo? ¿En nombre de quién lo hacen?
¿No sería mejor pedir un referéndum para que los españoles decidiesen si había que seguir pagándole o para que, simplemente, viviera de las cuotas de sus afiliados?
Pero eso no le interesa a este sindicato unitario que no tiene la vergüenza de unificarse de derecho cuando ya lo es de hecho. A él sólo le interesa ser el brazo, políticamente, armado de la izquierda española. Y eso, como decía al principio, es constitucionalmente impropio de un sindicato.
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La sonrisa de la avispa